Crítica de Permitidos

Camila y Mateo un día deciden armar su lista de «permitidos», famosos con quienes les gustaría estar una noche si se les diera la posibilidad. Quiere la suerte que Mateo conozca a su «permitida», Liz Solari. A partir de ese momento, una serie de acontecimientos desopilantes intervendrán en el romance de ambos.

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Así como en Hollywood existe la llamada Nueva Comedia Americana, en Argentina se viene gestando de a poco la Nueva Comedia Argentina, un grupo de películas de las cuales la filmografía de Ariel Winograd es un evidente destacado. Mi primera boda, Vino para robar y Sin Hijos son los últimos logros de este director que apuesta por cambiar, con cada nuevo proyecto, caminos bastante transitados en el género local. Permitidos es su film más ambicioso hasta ahora, el más cercano a una comedia norteamericana hecha y derecha y, aunque las comparaciones son odiosas, no deja de sentirse como una traducción local de algo que se vería con actores de élite en los países del norte.

Como idea y como producto, Permitidos debería funcionar a las mil maravillas. Una joven pareja –Martin Piroyanksy y Lali Espósito– vive un idilio amoroso y parecen ser tal para cual con una convivencia absolutamente entrañable. Pero luego de una noche con amigos, y en plena discusión de las cualidades interpretativas de la actriz y modelo Zoe del Río -una hermosa y totalmente en personaje Liz Solari-, se escapa la palabra permitido: una licencia con cierta persona inalcanzable. Minutos después de la explicación, lo inesperado sucede y una serie de enredos dispara la trama hacia adelante. Con una pizca de Nothing Hill y mucha picardía nacional, el guión de Julián Loyola y Gabriel Korenfeld arroja a dos personas comunes a la vorágine de la socialité artística local, que nada tiene que envidiarle a otros medios. La bajada de línea y la satirización de las estrellas que tenemos es sublime, y cada capricho y modismo resalta mucho y ayuda a dinamizar el concepto narrativo que llegado al tercer acto deviene en situaciones muy forzadas y poco graciosas.

Piroyansky ya directamente filma sin esfuerzo el papel de despistado que tanta fama le generó. Es nuestro Seth Rogen y los zapatos le encajan perfectos. El foco de la tormenta en este caso es el gran protagónico en la pantalla grande de Espósito, abonada a las comedias televisivas y un furor musical entre sus fanáticas. Permitidos la ayuda a alejarse un poco de esa figura angelical y picarona que siempre tuvo, para entrar a un nuevo nivel de su carrera. Piensen en el traspaso que tuvo Miley Cyrus y sabrán por donde viene su evolución. Aunque tiene carisma de sobra y es una loable comediante, Lali solo sobresale cuando la historia la empuja a su lado más histérico, sacada de sí misma, y es en esos momentos en donde realmente brilla. Por el lado de los permitidos famosos, Solari se presta por completo a la parodia que es su actriz, mientras que lo mismo hace Benjamín Vicuña con su armónico e hilarante Joaquín Campos.

El combo que promete Permitidos sobresale de a ratos, cuando no está atado a limitaciones del género. Los guionistas han visto muchas comedias americanas y adaptaron muchos chistes de allá, pero dándoles sabor local. A veces funciona y otras son muy forzados, lo que le quita autenticidad a la película terminada. Eso y que tiene graves problemas para cerrar la trama, cuyo foco narrativo se va por la tangente hasta extremos insospechados. Pero ello no quita que sea disfrutable de a ratos, en dosis justas, antes de desplomarse por el peso de las decisiones que la historia les hace tomar a sus protagonistas.

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