Crítica de Viral

Las hermanas Emma y Stacey viven una vida normal, hasta que su pequeño barrio suburbano es golpeado por un misterioso virus parasitario. Mientras la enfermedad se dispersa rápido a través de la ciudad, las dos deben unir fuerzas para protegerse de la infección.

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Los relatos acerca de un virus maligno que ataca a la raza humana, impotente ante esta amenaza inclusive con recursos que film a film se van renovando, han tenido desde siempre lugar en el terror social, aunque quizás el cine haya explotado este género dando resultado a producciones de calidad dispar. Y en esta abundancia se encuentran siempre patrones que se repiten; aquello que jamás puede faltar es el protagonista que, viéndose en desventaja, lucha incansablemente contra la inasible fuerza del mal en favor de la gente que ama. De esto trata Viral, dirigida por la dupla de Henry Joost y Ariel Schulman, responsables de la tercer y cuarta entrega de la saga Paranormal Activity.

Si Hollywood ha sido la fuente del mayor número de producciones de este género, es muy probable que demuestre el miedo y la paranoia de ser invadidos por peligros originados en tierras foráneas. A pesar de los esfuerzos por impedir la entrada, este virus igualmente logra penetrar y expandirse dentro de un sistema que se defiende, progresivamente de forma más agresiva, y sin embargo los esfuerzos son inútiles frente a la embestida extranjera. ¿Por qué? Principalmente por la propia rebeldía de su gente frente al acatamiento de reglas. Esta es la razón en Viral.

La protagonista, Emma, de pronto se encuentra dentro del conflicto por una razón tan forzada que se pierde el verosímil de lo relatado. Todo el film se engarza dentro de una falta de verosimilitud en cuanto al comportamiento de los personajes, empezando por el hecho de encontrarnos con adolescentes que se encargan del problema con una ductilidad que no se relaciona con la verdadera gravedad del asunto.

Probablemente lo más acertado dentro del argumento sea encontrarnos con personajes dentro de un ambiente del cual no deben ni pueden salir, apreciar cómo los conflictos entre estos generan un problema más dentro de la amenaza viral, y sin embargo esto se queda en el puro potencial.

La gran responsable de que la película no se convierta en un relato denso por los clichés estéticos y narrativos que anticipa y cumple, es la cámara y la dirección de fotografía a cargo de Magdalena Gorka; funcionando como un ente que flota entre los personajes y elige su camino, como el virus que se encuentra agazapado y preparado para pegar el zarpazo hasta los cuerpos aun no contagiados. Esto conlleva a la vez a una reducción en los cortes y prolongamiento de planos, amparando la fuerza de los momentos en base a un tiempo que se nos hace desesperante. La imagen, bañada en colores amarillos y anaranjados opacos, suma a promover una oscuridad en el atardecer que se mantiene a lo largo del film, como si el tiempo no pasara.

Viral está construida a partir de la inflexible fórmula con que se articula este tipo de géneros lleno de estereotipos. Desde los golpes de efecto del terror clásico a la heroicidad de los protagonistas, sería un relato más. Así como la imagen suma, resta en lo más importante: la verosimilitud; y allí es donde el espectador no puede involucrarse. Y conociendo el género, indefectiblemente se convierte en un relato que se anticipa. El espectador se encuentra fuera de la película queriendo entrar en ella sin lograrlo, al igual que el virus, que sí lo hace.

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