Crítica de Nocturnal Animals / Animales Nocturnos

Una mujer llamada Susan recibe el manuscrito de una novela escrita por su ex marido, un hombre al que dejó 20 años antes. Desde allí se siguen dos historias: la del libro, en el que las vacaciones familiares de un hombre se vuelven violentas y mortales; y la historia de Susan, que empieza a recordar elementos de su primer matrimonio.

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Nocturnal Animals, la segunda película del diseñador devenido en cineasta Tom Ford, va camino a convertirse en una de aquellas a las que se le debe un segundo visionado por la densidad de su historia y la suntuosidad de sus imágenes. Puede incluso decirse que las sensaciones que provoca son muy polarizantes, y cada espectador tendrá un viaje subjetivo cuando elija verla.

Por lo pronto, hay que aplaudir la capacidad de Ford de adaptar la novela Tony & Susan y fragmentarla en tres líneas de tiempo, y sobre todo tener la maestría suficiente para barajar mediante un excelente uso de la edición los diferentes estadíos del film. El catalizador de la trama es la llegada de un manuscrito a la gélida galerista de arte Susan de parte de su ex-marido, al que no ve hace años. Al reconectarse con el que fue su gran amor de joven, ella se ve inmersa en la segunda historia, un thriller sureño en donde una familia se ve acosada por un grupo de palurdos de pueblo que les hace la vida imposible. Movida por la ferocidad de la prosa de su ex-esposo, Susan recuerda su pasado juntos y cómo llegó a ser la mujer que es ahora, con un vacío espiritual severo en lo que se puede considerar la tercera línea narrativa del film.

Tanto Amy Adams como Jake Gyllenhaal entregan todo en sus papeles, mas que nada el segundo que tiene la tarea dual de hacer de un padre sufrido en la novela que ella lee, y representar al ex que no puede darle la vida de clase alta que requiere una mujer rodeada de lujos. Amy destila hielo en su Susan adulta y calidez en la del pasado, pero el que se come la pantalla es Gyllenhaal con la tarea hercúlea de empujar la trama hacia adelante, llevando la sordidez del policial hacia derroteros oscuros, acompañado siempre por los muy talentosos Michael Shannon como el detective a cargo del caso de la desaparición de su familia, y Aaron Taylor-Johnson como el joven descarriado responsable del siniestro. Estos dos últimos mastican cada escena en la que se encuentran y no hay dudas de que son personajes magnéticos.

El gran problema que le encuentro a Nocturnal Animals es su poca conexión con su público. Mas allá de los títulos iniciales más provocativos que ha entregado el cine en años, la suntuosidad de la cámara de Ford hipnotiza, así como también la fuerza que tiene esa historia policial secundaria donde Gyllenhaal, Shannon y Taylor-Johnson tienen un duelo interpretativo fascinante. Pero la potencia de la historia se va perdiendo en el camino, y el acto final puede llegar a sentirse poco satisfactorio. Es un gran envoltorio hermoso, o varios si vamos al caso, pero cuando uno termina de desarmar el regalo, lo que uno encuentra no es lo que esperaba. Lo que los brillantes paquetes auguraban, encierran muchos interrogantes y pocas respuestas concretas.

En papel, todos los elementos del segundo film de Tom Ford están a plena disposición para armar un thriller dramático que envuelva al espectador, pero en definitiva ni el esmerado elenco ni el ojo atento del director pueden terminar de encauzar una historia ambiciosa, pero con poca definición.

estrella25

 

 

 

 

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