Crítica de Rogue One: A Star Wars Story

Esta seguirá a unos combatientes de la Resistencia que se unirán para una osada misión: robar los planos de construcción de la Estrella de la Muerte.

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Es difícil que alguien pueda estar a favor de la ola de reboots, remakes, spinoffs o reimaginaciones que en los últimos años ha poblado la pantalla grande, pero siempre hay que tener en cuenta una salvedad. De quedar en manos competentes, el proyecto puede resultar realmente bien. Un desprendimiento centrado en un personaje inventado dentro de una saga con seis películas no auguraba demasiado, pero Creed en manos de Ryan Coogler se convierte en uno de los grandes films del 2015 y de lo mejor de la serie Rocky. En Walt Disney Pictures y Lucasfilm se siguió esa misma lógica de convocar a cineastas talentosos capaces de entregar producciones frescas, que hagan un lavado de cara y que a su vez permitan expandir la galaxia muy, muy lejana de Star Wars. El primer paso en la dirección correcta lo dio J. J. Abrams con The Force Awakens, mientras que después se convocó a Gareth Edwards (Godzilla), Rian Johnson (Looper), la dupla de Chris Miller y Phil Lord (The LEGO Batman Movie) y Colin Trevorrow (Jurassic World) para que hagan lo suyo. Y el primero de esta segunda camada no decepciona con Rogue One: A Star Wars Story, una historia concebida a partir de agujeros en la trama de A New Hope, que los soluciona 40 años después con pura grandeza.

¿Cómo llegaron los planos de la Estrella de la Muerte a las manos de Leia en el film de 1977? La respuesta es una película bélica de proporciones épicas, construida sobre la misma esperanza que la primera de George Lucas. Que la fortalece mientras llena los espacios en blanco, a la vez que es capaz de sostenerse por sí sola. Rogue One no tiene jedis, pero sí hay mucha fe en la Fuerza. El foco está puesto en la Rebelión y, como tal, hay una ilusión que arde cada vez con más potencia mientras se desarrolla su argumento. Hay conexiones con el Universo de la Guerra de las Galaxias que no se arrojan en la cara, sino que los fanáticos podrán identificar. Personajes como Mon Mothma o Bail Organa tienen su participación, mientras que quienes han visto The Clone Wars podrán identificar a Saw Gerrera. El no recordarlos no afecta la comprensión de esta producción, en la que cada uno cumple un rol determinado.

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El guión de Chris Weitz (About a Boy) y Tony Gilroy (The Bourne Identity) hace un excelente trabajo a la hora de introducir a una decena de personajes nuevos, en una misión cuyo resultado es más que conocido. Si bien se sabe cómo termina, el proceso está cargado de tensión e intriga. Lo que se pensaba podría llegar a ser una debilidad, se ve reforzado con un tercer acto apasionante. Una gran batalla en la que cada uno tiene que cumplir un papel clave, en la que se toman muchas decisiones valientes respecto al manejo de cada involucrado y con una explosiva secuencia final que hace que se luzca el Lado Oscuro de la Fuerza.

Rogue One presenta a un fantástico elenco diverso de nuevos personajes, pero que no llegan al nivel de iconicidad que tienen Luke Skywalker y Han Solo o en los films recientes Rey o Finn. El hecho de servir a la Resistencia los pone en la posición de ser piezas en un gran tablero, medios para un fin superior. Y esta es una película que permite que estos brillen. Una celebración de los llamados «unsung heroes», es decir los héroes anónimos. Y no se trata de los paladines a los que la saga nos ha acostumbrado, sino que el film de Gareth Edwards tiene un gran criterio a la hora de pintar matices y muchas sombras de gris. El fin justifica los medios, con lo que algunos rebeldes han hecho cosas terribles en pos de un bien mayor. Esta carga no está mejor plasmada que en el Cassian Andor de Diego Luna.

El equipo frente a cámaras es sobrio, con una Felicity Jones luminosa que a la fuerza descubre que tiene un papel más importante en el escenario universal. Con su limitado tiempo de pantalla, Forest Whitaker se luce como Saw Gerrera, con inflexiones en su voz que emocionan y que impulsan el espíritu de lucha. Donnie Yen y Jiang Wen conforman una buena dupla de protectores de Jedha devenidos en guerreros de la revolución, mientras que el K-2SO de Alan Tudyk es el comic relief que un proyecto de estas dimensiones necesita. En el terreno de los villanos, Ben Mendelsohn hace un gran papel como Orson Krennic. El universo de Star Wars no nos tiene acostumbrados a personajes así. Los antagonistas son el Emperador, Darth Vader o algún Lord Sith, sujetos que están bien arriba en las filas del imperio. Este teniente comandante, sin embargo, es un hombre sediento de poder que no está en la cima del escalafón, sino que debe seguir instrucciones de otros que están varios cuerpos por delante. El australiano compone así a un villano contenido pero muy peligroso. Debe mantener a raya su furia por no ser el oficial de mayor rango, no obstante es responsable de un nivel de destrucción inconmensurable en su afán de escalar posiciones.

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Hacer referencia a las cualidades técnicas de una película de esta saga parece una verdadera obviedad, no obstante Rogue One da un paso más allá. Es increíble que uno todavía se pueda sorprender respecto a lo que se puede hacer con la tecnología en la pantalla grande, pero eso es precisamente lo que pasa. Sin intención de incurrir en spoilers, se puede decir que un recurso aplicado en forma reciente por Furious 7, Captain America: Civil War o Ant-Man es llevado a un impactante nuevo nivel. Desde luego que hay lucimiento en materia de efectos especiales y en la concepción de nuevos mundos como Jedha, Lah’mu o Scarif. Y la película realmente brilla en el terreno bélico, con grandes secuencias que confluyen en la épica batalla final, en la que cada personaje tiene la oportunidad de lucirse. Incluso Darth Vader, cuya breve participación llenará de emoción a los fanáticos.

El octavo film dentro de esta saga y el primer spin-off es uno muy valioso. A partir de una pieza de información faltante de la primera, se obtiene una de las producciones más originales de este universo. No una en la que se juega la gran batalla entre el bien y el mal, sino una de menores pretensiones, en la que se busca la herramienta que eventualmente permita equilibrar esa contienda. Una que es clásica y moderna, capaz de homenajear a las anteriores pero también de traer algo nuevo a la mesa. Una que honra a la galaxia de la que es parte y que fortalece la expectativa por lo que viene. Star Wars es demasiado grande y hay posibilidades de expandir su historia hacia atrás, adelante o los costados. No habrá de qué preocuparse, siempre y cuando se siga detrás de cineastas competentes para conducir las naves.

estrella45

 

 

 

 

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