Crítica de Nieve Negra

Salvador es un hombre de pocas palabras que vive aislado en la Patagonia, tras.un hecho trágico sucedido en su juventud. Sin embargo, el pasado lo encuentra en la figura de su hermano Marcos, quien llega junto a su esposa Laura hasta la cabaña para tratar la venta de los terrenos.

Llegar al bosque representa alcanzar el más profundo rincón que se tiene para esconder un secreto. La misma profundidad con la que el ser revisa su interior y por lo tanto su pasado. Alcanzar esta dimensión recóndita es volver a la animalidad originaria del hombre. Nieve Negra explora el conflicto de dos hermanos, los secretos, la bestialidad. En su primer trabajo en solitario como director, Martín Hodara narra con suficiencia y logrando un estilo tan expuesto que sobrepasa la propia importancia del relato. Esconder un secreto determina que el pasado y el presente de ninguna forma pueden distanciarse.

El realizador, frecuente asistente de dirección del talentoso y fallecido Fabián Bielinsky (Nueve Reinas), decide rendirle homenaje tanto en términos de temática como a partir de la intención autoral. Es cierto que los primeros planos del film así como el papel de Ricardo Darín recuerdan inevitablemente a El aura (2005), pero de forma inteligente Hodara busca desligarse estéticamente, logrando un resultado sumamente interesante y alentador que se convierte en el pilar sobre el cual se sostiene el relato.

La constante personalidad del film, no obstante, no deja pasar desapercibida (más a su pesar acentúa) la floja articulación causal de los sucesos del relato, al igual que una resolución forzada y simple. A pesar de que Hodara, también autor del guión, elija un conflicto denso, no logra con el desarrollo la curva dramática ni la identificación que permitan al espectador involucrarse en el conflicto. Más aún, es como si el mismo fuera visto desde fuera y como carente de interés.

Pero, como fue dicho anteriormente, el film triunfa en su carácter estético bañado por una fotografía agrisada y opaca que denota adecuadamente la oscuridad dominante del hogar de Salvador, adonde llega su hermano Marcos. El relato mueve a los personajes entre el presente y su pasado de forma abrupta pero sin dejar de ser orgánico y manteniendo fluidez. Inclusive Hodara es capaz de jugar con dos tiempos dando la sensación de que fuesen parte de una misma escena.

Otro de los puntos fuertes radica en cómo es dada la información de ese pasado. El director decide obviar el conflicto por el cual Salvador y Marcos parecen enfrentarse, para dedicarse a explorar otros momentos de su historia y distraer al espectador del problema. Finalmente llega a una resolución que, tanto por lo que muestra y por cómo lo hace, desentona con el desarrollo anterior del film.

A pesar del flojo progreso argumental, el mismo se ve envuelto en una estela enmarcada por una capa sonora que al quitar numerosos detalles naturalistas tiñe la historia de una sensación de atemporalidad e irrealidad muy acorde teniendo en cuenta que Marcos, el protagonista interpretado por Leonardo Sbaraglia, retorna al lugar natal, al pasado que quiere dejar atrás.

El primer logro de Martín Hodara debe ser festejado por la posición autoral e inteligencia en la utilización de recursos técnicos, aunque no por esto pasan desapercibidas las falencias narrativas y estructurales. Sumado a esto quizás la presencia de dos grandes actores como Darín y Sbaraglia, así como la injustificada participación de Dolores Fonzi y Federico Luppi, exhiba desmesura y pomposidad. Aún así, Nieve Negra parece ser una promesa. Dentro de este exceso es posible rescatar un recurso en el último segundo del film que describe a la perfección la complicidad a la hora de guardar secretos, la que nos hace culpables a todos los espectadores.

estrella3

 

 

 

 

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