Crítica de Moonlight / Luz de luna

Se trata de la tierna y desgarradora historia de la lucha de un joven para encontrarse, contada a través de tres capítulos definitivos en su vida, mientras experimenta el éxtasis, dolor y belleza de enamorarse, a la vez que debe lidiar con su propia sexualidad.

Los Premios Oscar venían cargados de polémica porque el año pasado ninguna película sobre problemas raciales, ni actores principales y de reparto de color, quedaron nominados. En el caso de Moonlight hay todo aquello que a la Academia le gusta: un personaje acechado por la sociedad y por la lucha interna entre ciudadanos afroamericanos en los suburbios de una Miami conflictiva. A priori, se puede decir que tiene todos los condimentos necesarios. También levanta sospechas sobre algún tipo de compensación respecto al año pasado porque compite con otras dos historias sobre afroamericanos, como Fences y Hidden Figures. Pero Luz de Luna, por suerte, logra correrse de ese lado y despoja de sí cualquier tipo de prejuicio. Al fin emerge una película que logra diferenciarse por sus virtudes de otras que abordan el mismo problema social.

El segundo film del director Barry Jenkins -el otro es el bueno Medicine for Melancholy– cuenta la historia de Chiron, un personaje que debe enfrentarse a su contexto social desde niño. Es homosexual, su barrio está cargado de delincuentes y drogadictos, su madre (Naomie Harris) no le presta atención, su padre no está y su condición de afroamericano lo pone un tapete más abajo en la sociedad norteamericana de fines de los 80 y 90 -de ahora también-. Pero el protagonista encuentra en los personajes interpretados por Mahershala Ali y Janelle Monáe -si, los dos actúan en Talentos Ocultos– una especie de padres sustitutos.

Jenkins se basa en la historia de Tarell McCraney y cuenta la vida del protagonista en tres partes: niñez, juventud y adultez. En cada una de las secciones, Chiron es interpretado por un actor diferente (Trevante Rhodes, Ahston Sanders y Alex Hibbert). El realizador, demostrando ser un prolífico director de actores, logra que los tres intérpretes mantengan los gestos y movimientos del personaje y no dejen dudas, en ningún sentido, de que Chiron es Chiron. A su vez, la principal virtud del trabajo de Jenkins es el buen manejo de su evolución a lo largo del tiempo, dependiendo de los hechos que le suceden y lo afectan.

Otro de los puntos fuertes de la película es que cada una de las partes logra independizarse. Las secciones desembocan en un clímax, por lo tanto el andar del film es impredecible. Jenkins aumenta la tensión lentamente desde el comienzo de cada una, al punto de parecer imperceptible, hasta el desenlace de las mismas. Uno allí recién se da cuenta que una cierta sensación de tranquilidad le recorre el cuerpo.

Se podría decir que Luz de Luna, en su resultado final, ofrece tres clímax y una serpentina de situaciones fortísimas endulzadas con planos oníricos, un trabajo fotográfico de James Laxton muy particular -entre lo realista y, justamente, lo de ensueño- e interpretaciones inolvidables. A no dejarse llevar por ninguna posibilidad de acomodo: la película está allí porque realmente lo merece y es la mejor sobre afroamericanos nominada al Oscar de los últimos años. Por compararla de forma burda, The Help, 12 Years a Slave y Selma, claramente, no pueden contra ella.

estrella45

 

 

 

 

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