Crítica de John Wick: Chapter Two

John Wick se ve obligado a abandonar el retiro a pedido de un antiguo socio, que planea tomar el control de un sombrío gremio de asesinos internacionales.

John Wick: Chapter Two

John Wick: Chapter Two es precisamente lo que uno espera de una secuela. Más grande y ambiciosa, expande la mitología de la original mientras ofrece nuevas e impactantes secuencias de acción que ponen en evidencia a la mayoría de los films del género que llegan en el año. Puede faltarle algo de la contundencia de la primera, pero no por ello es menos especial. Cuando el director Chad Stahelski manifestó que tenían ideas de sobra para superar la acción de la otra, no había que tomar sus palabras a la ligera. Este segundo capítulo hace gala de su presupuesto duplicado pero sin perder el foco, manteniéndose centrado, creíble y anclado en un mundo original al que no le faltan sorpresas.

El mismo comienza con Baba Yaga atando los cabos sueltos de aquello que lo ocupó en el film del 2014, dispuesto a regresar al retiro tras finalizar. Literalmente al segundo en que su vieja vida es puesta otra vez bajo tierra, esta le toca el timbre para arrastrarlo hacia ella una vez más. John tiene un viejo juramento de sangre con Santino D’Antonio (Ricardo Scamarcio), quien aprovecha la momentánea vuelta a la acción del legendario asesino como una oportunidad para cobrarse el favor. Ello será el primer paso hacia la expansión de este submundo criminal absolutamente organizado, que ya se había comenzado a apreciar en la anterior, el cual crece hacia arriba, abajo y los costados.

El crecimiento vertical implica empezar a tomar conocimiento de la estructura general de este universo clandestino, donde los integrantes de la familia Tarasov no eran más que piezas dentro de un gran tablero controlado desde un consejo con 12 asientos, cada uno para el miembro de una familia mafiosa importante. También el desarrollo es hacia abajo, con la aparición de un sistema de agentes y espías por fuera de la red conocida. Y también hay hacia los laterales en términos del Continental, que tiene otras sucursales en el mundo –una de ellas en Roma- y cada una con prestaciones a la medida del cliente. Hay bancos, sastres, sommeliers de armas y demás servicios que se ofrecen para facilitar las tareas de cada asesino, si es que dispone de las monedas de oro con qué abonarlos. Hay mucha construcción en este segundo capítulo y eso es algo que se agradece, aunque se paga el precio de perder ritmo. No tiene el dinamismo de la primera, después de todo hay 20 minutos adicionales en relación a ella y se sienten, pero todo vale la pena dentro del panorama general.

John Wick: Chapter Two

John Wick: Chapter Two vuelve a hacer aquello con lo que sobresalió en la original, es decir las estilizadas secuencias de acción coreografiadas con precisión. Nuevamente hay tiros a la cabeza por doquier, pero eso podría estar presente en cualquier película del género. Lo que distingue a esta saga es el cómo se lo hace, con las armas como extensiones de un cuerpo experto en artes marciales, que danza al ritmo de cada disparo. Stahelski y su socio David Leitch pasaron de dobles de riesgo a supervisores y coordinadores de estas secuencias, después a directores de segundas unidades en películas de alto perfil –The Hunger Games, The Expendables 2, recientemente Captain America: Civil War– y eventualmente a realizadores. Toda esta experiencia se pone al servicio de un film que les permite aprovecharla al máximo.

Keanu Reeves vuelve a destacarse en el rol del título, el antihéroe de legendaria trayectoria que no quiere otra cosa más que ser dejado en paz, uno en el que trata de hacer todas las acrobacias sin necesidad de un doble. Otra vez se ve secundado por un sólido elenco que trae de vuelta a Ian McShane, Lance Reddick y John Leguizamo, mientras que suma para la acción a Common, Ruby Rose, Peter Stormare, Peter Serafinowicz, Franco Nero (Django) y a Laurence Fishburne, lo que supone un disfrutable reencuentro post-Matrix.

Pero poco de esto tendría valor si no fuera por las fantásticas y elegantes secuencias de acción, verdaderas puestas en escena con escenarios más grandes, cada una tratada como una obra de arte –hay un trabajo exquisito sobre la luz-. John Wick: Chapter Two resigna dinamismo en pos del desarrollo de este bajomundo clandestino de imprevistas ramificaciones. El guionista Derek Kolstad ofrece un vistazo más acabado al cómo es que este funciona, a sus códigos internos y tradiciones, todo ello mientras su protagonista se vuelve el blanco de miles de asesinos a sueldo que buscan una recompensa por su cabeza. Se perdió en ritmo, pero se ganó por otros lados. Podría haber sufrido del mismo problema de The Raid: Berandal –una continuación con gran acción, pero enredada al querer dotar de complejidad al argumento-, pero se logra mantener el espíritu de la original mientras se consolida la estructura. Es una gran secuela, que deja perfectamente sentadas las bases para una tercera parte. No se sabe cuánto más tiene para ofrecer la saga, pero mientras haya ideas como estas, ejecutadas así, se las puede esperar con entusiasmo.

estrella4

 

 

 

 

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