Crítica de Rings / La Llamada 3

Una joven mujer se preocupa por su novio cuando explora la oscura subcultura que rodea un misterioso video, que se dice que mata al espectador siete días después de haberlo visto.

No hay dos sin tres. Esto lo demuestra la tercera película de The Ring, que tiene más de reboot que de continuación. Ya sin Naomi Watts ni David Dorfman, la nueva entrega de la franquicia vuelve al ruedo con la misma fórmula argumental de la original, aunque con mejores efectos -algo esperable dado que pasaron 15 años-.

Más de una década después de los incidentes de la primera película, el videocassette vuelve a pasar por manos de desconocidos. Ésta vez encontramos una historia algo modificada respecto a la original, que pierde coherencia por ese hecho, pero no es más que una repetición de la estructura de las dos anteriores. Los elementos de tensión e impacto logran con leve éxito su cometido, sin embargo no colma las expectativas de quien va a ver una producción de terror. La trama contiene muchas idas y vueltas que poco sentido tienen y desconectan al espectador de la acción principal.

La historia, como señalamos, poco contribuye. No es el caso de las locaciones que dotan al film de F. Javier Gutiérrez de la oscuridad necesaria para un relato trágico y sórdido. Por éste lado intenta dirigirse un guión perspicaz al principio, pero que nos falla a la hora de la verdad. Sea cual sea la interpretación que tengamos del mismo, las actuaciones de los protagonistas no ayudan a su desarrollo. Se salva de la picota la labor de Vincent D’Onofrio como Galen Burke, que si bien tiene apariciones cortas son bastante adecuadas.

Los efectos visuales y sonoros están bien trabajados y se nota una evolución respecto a las dos anteriores de la franquicia. Hay también una buen labor de fotografía (Christopher Peterson) que le da un estilo visual bastante particular, pero que además respeta la lógica de la saga. La tercera entrega de La Llamada es una de esas películas que quedará en el olvido prontamente, aunque quizás persista en la memoria de algún fanático del terror que le haya tomado el gusto a Samara. Poco tiene para dar al espectador general, más que un ligero estremecimiento y cierto tedio.

estrella2

 

 

 

 

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