Crítica de El faro de las orcas

Lola viaja con su hijo autista, Tristán, hasta el fin del mundo para encontrarse con Beto, un guardafauna que tiene una relación muy especial con las orcas salvajes en la Patagonia.

La relación entre el animal y el hombre se ha ido modificando a lo largo de la historia de la humanidad, lo que ha dado lugar a diferentes estudios y expresiones que definían este vínculo. Podemos decir que una mascota es parte de la familia del dueño y estaríamos hablando de una redefinición muy explicita de la estrechez y la opinión que el humano posee de la naturaleza. El faro de las orcas intenta ser este canto hacia la integración con el espacio que nos rodea y todos sus seres.

Gerardo Olivares presenta al guardafauna Beto y su rebozante amor por las orcas. Vive aislado en su cabaña junto a su caballo, lo que no es casualidad, dado que describe un personaje totalmente entregado a la fauna que lo rodea, viviendo en armonía. La llegada de Tristán y Lola es el detonante de un conflicto y desarrollo que se estructura, más que por situaciones y resoluciones complejas o intrincadas, por la simple sucesión de escenas de alto vuelo emocional y sentimental, cuya abundancia sobrecarga y lentifica el relato a pesar de que funcionen efectivamente.

El director elige tomar con gran acierto pausas que permitan captar la esencia visual y sonora del lugar donde se desarrolla la acción, ya sea el silencio de la naturaleza o la euforia de la fiesta en el pueblo. La aridez y la calma de la brisa en todo momento desarrolla el espacio y forma parte de él, aunque sin llegar a adoptar el protagonismo merecido.

El guión co-escrito por el propio Olivares, Lucía Puenzo y Shallua Sehk, a la vez basado en hechos reales, escatima calidad en los diálogos y las situaciones que propone. La mirada del director y el trabajo de Oscar Durán, director de fotografía, se encarga de representar la belleza del lugar e intensidad de las acciones. Joaquín Furriel y Maribel Verdú interpretan correctamente sus personajes, mientras que Quinchu Rapalini, en su rol de Tristán, entrega las escenas más emotivas junto a estos animales y conmueve, sin el golpe bajo, en el desarrollo de su relación con el otro.

Se ve a las claras que el mensaje de El faro de las orcas viene más relacionado de parte de sus situaciones y relaciones entre el hombre y la naturaleza, que por la propia calidad y creatividad del relato y sus formalidades. De cualquier manera, el film es efectivo y entrega su mensaje. Es necesario seguir pensando en el espacio habitado y todos los seres que lo integran, intentar no corromper el ecosistema que existió siempre.

estrella25

 

 

 

 

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