Crítica de Fin de semana

Carla llega para acompañar a Martina después de años de ausencia. La relación entre ellas es distante, hay algo que no hablan. Martina tiene encuentros furtivos y fuera de control con Diego, un hombre que le dobla la edad. Una vez que Carla lo descubre se enfrenta a Diego y la atmósfera entre ellas, ya electrificada, se intensifica.

Carla arriba a Córdoba, se toma una cerveza, llega a una casa sin dueños a la vista y se recuesta en una reposera de mimbre. Espera, dormitando, a que llegue gente. Cuando lo hace, el recibimiento es demasiado tibio, y la joven Martina es recibidora de un sentido pésame para, momentos después, entrar hecha una tromba a la casa al grito de ¡Quién mierda la invitó, la puta madre! Así comienza Fin de semana, un drama familiar con una carga sexual más que erótica, que delinea a la dupla protagónica en más de un sentido.

Extendiendo su propio corto que data de 2010, Moroco Colman elige no contestar los interrogantes de la trama sino dejar que el espectador vaya sacando sus propias conclusiones, que lea entre líneas e intuya la malsana relación entre los personajes, enrarecida por una muerte que las aqueja de diferentes maneras. Martina es una joven que no tiene problemas en mostrar orgullosa las marcas y moretones de las prácticas de sexo fuerte que disfruta con el muchacho con el que transita un tórrido affair, mientras que Carla le exige que se cuide, mostrando un lado más conservador por su parte. El vínculo filial que las une puede no estar demasiado claro al principio, pero eventualmente se revelará y, mientras tanto, hará estallar una pelea sin cuartel entre ambas.

Es probable que Fin de semana pase a la posteridad por las escenas de sexo tan salvajes como naturales. Son momentos cuidados pero de alto voltaje, a ratos catárticos para las protagonistas, a ratos explícitos por el simple hecho de serlo, de provocar -¿se ha visto en el cine argentino una erección y sexo oral más gráficos que los aquí presentes?- pero en el marco narrativo sirven para anclar las angustias y vicisitudes que transitan estas mujeres al borde de un ataque de nervios. La potencia cruda de estas escenas recaen en la labor actoral de María Ucedo y Sofía Lanaro, dos leonas que arremeten con la historia que les toca en gracia y tienen una química electrizante, diciéndose todo a la cara o simplemente cruzando miradas asesinas en absoluto silencio.

Quizás el guión de Colman y Sofía Castells no le escape a la normativa de los dramas de regreso a casa por asuntos familiares, pero Ucedo y Lanaro lo llevan a buen puerto. Hay una particularidad en la manera en la que Fin de semana está filmada, comenzando con un aspecto visual que asemeja un recuadro para ir expandiéndose en los 74 minutos de duración, así como una variación en la manera en que se retratan los colores. Es un recurso visual que Colman explora con tres directores de fotografía diferentes, siendo el resultado bastante comendable pero apenas interconectado con la narración. ¿Será que Carla comienza gris y asfixiada para terminar expandida y completa? Quizás, tal vez, es un interrogante que deja un fin de semana de descubrimiento y resolución de nudos gordianos familiares.

estrella3

 

 

 

 

[ratingwidget_toprated type=»pages» created_in=»all_time» direction=»ltr» max_items=»10″ min_votes=»1″ order=»DESC» order_by=»avgrate»]