Crítica de King Arthur: Legend of the Sword

Esta atrevida nueva historia introduce al astuto joven Arturo, quien se mueve por los callejones secretos de Londinium junto a su pandilla, sin saber de la vida para la que nació hasta que toma la espada Excalibur y, con ella, su futuro.

El cine norteamericano se mantiene firme con su tendencia de narrar historias ya conocidas por el público, siendo una apelación a la nostalgia y al rédito económico seguro. Así es como llega un nueva versión del mito sobre el modelo ideal de rey británico, Arturo Pendragón y su Excalibur, la espada mágica que extrae de una piedra. Guy Ritchie se ubica al mando de King Arthur: Legend of the Sword y la historia del monarca de Camelot se transforma en una exhibición de luchas, estallidos, cámaras lentas, chistes y todo lo que hace que la potencial complejidad y densidad del mito inglés vire hacia un trivial film de acción.

Pareciera que siempre hay una nueva forma de encarar historias, y especialmente para una leyenda hay un enorme abanico de posibilidades. En un mundo donde humanos y magos viven en armonía, el príncipe Vortigern (Jude Law), junto al maligno hechicero Mordred, logra derrocar al rey Uther Pendragón (Eric Bana) y así toma el poder del reino. Ante esto es que el pequeño hijo del soberano, Arturo, se ve obligado a exiliarse. A partir de una estructura y un conflicto de carácter shakesperiano va desarrollándose el tan utilizado, aunque enrevesado y simbólico, camino del héroe.

Guy Ritchie, junto a los guionistas Lionel Wigram y Joby Harold, cargan la historia de numerosos condimentos británicos, sin embargo lo que se expone de Shakespeare queda solo en la superficie. El protagonista atraviesa su viaje, hasta llegar al objetivo final de vencer a su tío y volver a traer prosperidad al reino, solo a través de derrotar a sus enemigos mediante un crecimiento de intensidad de acciones dominadas por el combate físico. Por lo tanto es que esta versión de Arturo -interpretada por un Charlie Hunnam claramente contratado por el porte físico que domina las versiones contemporáneas de los héroes, indiferentemente si provienen de cómics o leyendas- carece de tridimensionalidad y contradicciones, y si las hay están decididamente mal logradas.

La falta de conflictos internos y la construcción de «superhombre que resuelve sus problemas a los golpes» no solo enfrenta una dicotomía a la hora de pensar al rey Arturo como una fábula sobre la idealización de un monarca, sino con la otra tendencia de borrar de cualquier rastro de epicidad al héroe, ubicando al personaje en los bajos fondos de Londinium (la Londres romana) y tiñéndolo de suciedad y grosería a pesar de su altruismo.

Definitivamente el punto más flojo se relaciona con la estética propia del director, cuyo histrionismo visual enfatiza más en lo artificioso de la imagen, pompas que se suman a la inserción de bocadillos de humor inglés. Resulta inverosímil tanto a nivel relato como a lo que atañe al mito de Arturo. Como excusa para el uso de los recursos ritchianos, el ritmo se ve comandado por la excesividad de secuencias de lucha pobremente realistas con el uso de CGI, en donde la magia toma un lugar preponderante y desmesurado inclusive para un relato fantástico, más propio del mundo imaginario que plantea J.R.R Tolkien que de Arturo y Excalibur, de quienes todavía se discute su veracidad histórica.

Es difícil dejar de lado los clichés y las incongruencias del cuento -más que nada la presencia de un maestro asiático que enseña Kung Fu y la ausencia de un personaje clave en el relato- pero aún haciéndolo King Arthur: Legend of the Sword deja al descubierto la laguna de ideas y medios que padece Hollywood, no por su bolsillo, sino por la paupérrima calidad de sus productos.

estrella1

 

 

 

 

[ratingwidget_toprated type=»pages» created_in=»all_time» direction=»ltr» max_items=»10″ min_votes=»1″ order=»DESC» order_by=»avgrate»]