Crítica de Baby Driver

Sigue a un joven y talentoso conductor de fugas que confía en el ritmo de su banda sonora personal para ser el mejor disponible. Pero tras ser obligado a trabajar para un jefe mafioso, debe enfrentar las consecuencias cuando un asalto con todas las de fallar amenaza su vida, su amor y su libertad.

Baby Driver abre en forma fenomenal, con un nivel de confianza en sí misma que no muchos realizadores pueden imprimir en sus proyectos, pero si alguien puede hacerlo es Edgar Wright. Los créditos iniciales se vuelven un ejemplo de lo que el cineasta es capaz de conseguir y marcan las pautas de lo que buscará a lo largo de su última película. El personaje de Ansel Elgort va a buscar café, ve a la chica de la que se enamorará y regresa a la guarida. Otro podría hacerlo simple, pero el inglés es un especialista en la comedia visual y en explotar al máximo todos los recursos creativos que puede aplicar en pantalla. Así, ese ida y vuelta básico se hace en lo que parece un solo plano secuencia largo, con un Baby que se mueve al ritmo de «Harlem Shuffle» de Bob & Earl, mientras que por la calle aparecen graffitis con algunas frases o palabras de la canción que está sonando, perfectamente cronometradas. Eso basta para abrocharse el cinturón y disfrutar del viaje que se viene.

Wright es un director que sabe exprimir el jugo a sus escenas, que no va así sin más del punto A al B cuando puede hacer algo notable en el proceso. Los planes en Shaun of the Dead, el servir cervezas y agua en The World’s End, el hombre aprovecha como pocos las posibilidades que le ofrece el montaje y el sonido. Y con Baby Driver alcanza un nuevo extremo, al poner a un protagonista cuya vida se mueve al ritmo de su banda sonora personal, una que suena en forma permanente –con un volumen más o menos bajo, con un auricular o ambos puestos-. La música es fundamental y aquí se cuentan unas 30 canciones de épocas y géneros diversos, soul, rock, funk que hacen de este un viaje de alto octanaje y calidad. Y centrándose en un conductor de fugas, estas tienen que ser de primer nivel y no defraudan. Son varias filmadas con precisión y sin perder un ápice del estilo del director, sumándose a clásicos que lo inspiraron como Bullitt, Vanishing Point o The Driver.

La acción en Baby Driver fluye en forma orgánica y natural, gracias a un guión armado con inteligencia. Es el proyecto pasión del británico quien lo concibió en 1994, lo adaptó a un video musical en el 2003 y consiguió ponerlo en marcha una vez que tomó distancia definitiva de Ant-Man. Como tal, es todo suyo, dado que es la primera vez que se lanza a la escritura sin un socio. Y obtiene un resultado demoledor con una idea original que se ejecuta con precisión, con set pieces de primera, con aquellos diálogos cool y punzantes que acostumbra su filmografía y con un elenco envidiable. Elgort comanda un conjunto de nombres importantes como Kevin Spacey, Jon Hamm, Jamie Foxx y Jon Bernthal, todos comprometidos con personajes absorbentes, cada uno con algunas de esas líneas gloriosas que Wright es capaz de entregar. Y dada la estructura de la película, de distintos asaltos con diferentes equipos pero con Baby como constante, todos tienen la oportunidad de lucirse y conseguir escenas tensas y brillantes.

Wright es un hombre que conoce de géneros y la comedia suele ser un fuerte a la hora de pensar sus proyectos, sin embargo aquí el énfasis está puesto en la acción, más allá de que haya humor de sobra. Es un condimento de preferencia para el inglés y sazona a gusto sus escenas, aunque se contiene al momento de tratar los puntos de mayor nerviosismo. Su guión está muy bien diagramado, se mueve con gracia y agilidad para evitar lugares comunes y dar algunas vueltas de tuerca sorpresivas, todo acompañado al compás de una banda sonora excelente, con canciones conectadas que marcan el pulso de lo que sucede. Y no se puede pasar por alto la pasión con la que se filma la ciudad de Atlanta, con carreras contrarreloj por sus autopistas, calles, negocios y parques, otro de los aspectos fuertes que hacen que Baby Driver sobresalga. Con cada nueva película, Wright se consolida como uno de los cineastas más destacados que trabajan en la actualidad, un cinéfilo apasionado que sabe lo que quiere y, lo que es más importante, cómo trasladarlo a la pantalla grande en forma brillante. Y es la primera vez que un film suyo llega a las salas argentinas, así que hay que aprovecharlo.

estrella4

 

 

 

 

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