Crítica de Annabelle: Creation

Un fabricante de muñecas y su esposa reciben en su hogar a una monja y a un grupo de niñas de un orfanato destruido, 20 años después de la trágica muerte de su pequeña hija. Pronto, sin embargo, la religiosa y las chicas se vuelven el blanco de la poseída creación del hombre, Annabelle.

James Wan demostró hace años tener el toque de Midas en términos de terror, siendo capaz de inaugurar lucrativas franquicias como Saw, Insidious y The Conjuring. La última es un caso todavía más complejo dado que es un universo en sí mismo y, mientras que se la continuó en forma tradicional con una secuela, también se pusieron en desarrollo desprendimientos paralelos como Annabelle o las próximas The Nun y The Crooked Man. Y la riqueza de esta idea, de darle historias de origen a las entidades malignas que enfrenta el matrimonio Warren, alcanza otro nivel de la mano de Annabelle: Creation, precuela de una calidad notablemente superior a la de su antecesora, que ayuda a olvidar esa pobreza que John R. Leonetti entregó en el 2014.

La clave del cambio está puesta en el realizador convocado para la tarea, David F. Sandberg, una suerte de protegido de Wan. El sueco vive el sueño americano con base en Hollywood. De realizar cortos sin presupuesto pasó a convertir uno en película, con la muy buena Lights Out, después levantó el perfil con el film que ahora nos ocupa y posteriormente pasará por el cine de superhéroes, con Shazam!, con lo que la parábola quedará completa. Y detrás suyo está el cineasta malayo como productor, que reconoce cualidades en el otro como para darle su apoyo.

Hay una serie de decisiones acertadas en términos creativos como para que esta funcione allí donde la otra fracasaba rotundamente. La acción se sitúa en los años ’50, en una casa de dimensiones desbordadas en una zona alejada. En vez de concentrarse en solo un matrimonio, hay un buen número de personajes que le ofrecen al director varias alternativas desde donde apelar al horror, sin caer en recursos efectistas. Como quedó demostrado con su trabajo anterior, el cineasta no solo es capaz de hacer gran uso de la luz y oscuridad, sino que además es un buen artesano en términos de atmósferas. Y eso será una de las claves de Annabelle: Creation, que se vale de una mansión con cuantiosas habitaciones y de una larga lista de potenciales víctimas para ser acechadas.

En sus 109 minutos se proponen varias situaciones de peligro sobrenatural y las decisiones creativas conducen a que el director tenga múltiples variantes de las que hacer uso. La redundancia lleva en determinado punto a un estancamiento, potenciado por reacciones poco lógicas de parte de sus protagonistas, pero Sandberg lo deja pronto atrás con un clímax explosivo que emplea todos los escenarios cual amenaza omnipresente. Tomando una página del libro de James Wan y distanciándose cuanto sea posible de Annabelle, esta precuela apunta en la dirección que hizo a The Conjuring una aclamada saga de terror: sustos efectivos pero no básicos, calidad técnica y más confianza en los efectos prácticos que en los digitales, más emparentada con el cine de género de los años ’70 que con los productos que se ofrecen en la actualidad. Hicieron falta dos intentos, pero la escalofriante muñeca diabólica consiguió la película que se merecía.

estrella35

 

 

 

 

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