Crítica de Temporada de Caza

Ernesto es un respetado guía de caza en la Patagonia, donde vive junto a su nueva familia. Tras la muerte de su última esposa, debe albergar a su hijo adolescente, a quien no ve hace más de una década. Confrontado al pasado que dejó atrás, Ernesto lucha por contener los arrebatos violentos de su hijo.

El ríspido e inclemente clima de la Patagonia argentina no es lo único gélido en Temporada de caza, la ópera prima de Natalia Garagiola. Ese premio se lo lleva la intensa y muchas veces incómoda relación entre padre e hijo en el centro del interesante debut de la cineasta argentina, que acaba de emerger del Festival de Venecia llevándose entre manos el Premio del Público de la Semana de la Crítica. Galardón que no viene sin méritos, ya que las tormentosas personalidades de sus protagonistas hacen de este drama nacional una historia de alto impacto, que logra disparar todas las alertas para tener a Garagiola en el foco de atención mientras progresa su carrera.

Poco y nada sabe el espectador respecto a la trama al comienzo del film. Todo empieza con una brutal pelea en medio de una práctica de rugby, que tiene a Nahuel -impresionante y sentido debut de Lautaro Bettoni– trenzado a puños con un compañero por un improperio que incluía a su madre en el medio. Apático y contestatario a pleno, el joven no puede siquiera tener una cena en paz con su padrastro –Boy Olmi, en un pequeño papel pero nunca desperdiciado-, que lo envía al Sur del país para encontrarse con su padre biológico, una figura totalmente desaparecida de su vida con la que no tiene ni quiere tener contacto. Al arribar, el primer encuentro con el tosco Ernesto -impecable Germán Palacios en sus silencios como en sus pocas palabras- no hace más que aumentar la desolación emocional que vive el muchacho. La figura materna, desaparecida por una muerte prematura, es el disparador de la conducta de Nahuel, a quien le parece imposible salir de ese pozo depresivo en el que se encuentra sumergido hace tiempo.

Ver que su padre ha reconstruido su familia a base de una amorosa y casi sumisa esposa, rodeados de cinco primorosas hijas rubias -sus medio hermanas- no ayuda a la situación, que crece en fastidio mientras el chico prosigue en la senda de ser un extraño en tierra ajena. El guión de la misma Garagiola no expone en palabras los problemas que acucian a sus personajes, sino que deja que la acción hable por sí misma. Gestos, miradas, todos tan fríos como el ambiente que se vive en el pueblo. A medida que pasa el tiempo habrá puntos de conexión entre los hombres, sobre todo cuando las costumbres y tareas cotidianas del padre empiecen a hacer mella en el hijo y este vaya dejando esa faceta de niño mimado de ciudad, para empezar a ensuciarse las manos -literalmente-.

El mismo libreto no permite que se le cuente todo de primera mano al espectador, sino que la cámara de la directora sigue cada acción y reacción de sus protagonistas. Y hay muchos duelos eléctricos entre ellos siempre rozando la violencia, que pretende salir a flote y hacer estallar todo por los aires. Quizás la historia no sea la más innovadora pero la manera en que la guionista y directora se mete de lleno en la vida de esta dupla, para observar como liman sus asperezas filiales, denota una naturalidad innata para este tipo de dramas. Especialmente con el momento catártico del final, que sobrevuela todo lo visto hasta el momento y llega directamente a las fibras más sensibles del corazón de la platea. Diciendo mucho con muy poco, utilizando los instantes y palabras justas para lograr un máximo efecto.

estrella35

 

 

 

 

[ratingwidget_toprated type=»pages» created_in=»all_time» direction=»ltr» max_items=»10″ min_votes=»1″ order=»DESC» order_by=»avgrate»]