Crítica de Francesca

Dos detectives deben atrapar a un asesino serial, pero la única oportunidad de encontrarlo es resolver la desaparición de una niña ocurrida hace quince años.

Considerado como un predecesor del slasher americano, el subgénero giallo mezclaba thriller, policial y elementos violentos con una hiperestilización que hizo de Italia su hogar, y utilizó a Lucio Fulci, Mario Bava y Dario Argento como los íconos y estandartes representativos de este tipo de cine, un arte que se fue perdiendo con el tiempo. En 2013, el director argentino Luciano Onetti recuperó con nostalgia este género en desuso con Sonno Profondo y recibió aclamación dentro del círculo especializado en el tema. Redoblando la apuesta, Francesca es el segundo intento del director local en homenajear a las películas que mamó desde la infancia y el resultado es interesante, pero no para todos los gustos.

Conocido más por su estilo que su substancia, la excusa de un asesino serial y la persecución detectivesca es el punto de partida ideal para que el director -y su compañero de armas, su hermano Nicolás Onetti– flexione sus músculos artísticos para explorar y crear un legado propio en base al homenaje. La música extravagante, la edición casi amateur, la profusión de violencia y sangre en pantalla, los diálogos doblados al italiano, todos los detalles apuntan a un amor al giallo muy puntilloso; construido y pensado hasta la más mínima escena. Las reglas del juego le permiten a Onetti arriesgarse con escenas brutales como una dolorosa secuencia al comienzo que involucra a dos hermanitos, algo que el cine mainstream nunca se lo permitiría ni en un millón de años. Hay bravura en el cine del realizador, por más que desde el punto de vista narrativo no cuente con mucha munición.

El guión de los hermanos debe tener unas pocas hojas, en donde mezclan al asesino serial de tacones, velo negro y guantes rojísimos, los detectives asignados al caso y menciones al modus operandi del homicida, que utiliza frases del «Infierno» de La Divina Comedia de Dante Alighieri para purificar a aquellas personas con actitudes morales cuestionables. En el camino está la desaparición de la jovencita del título, una niña cuya curiosidad la lleva a cometer atrocidades y que podría o no ser la que está sembrando la ciudad de cuerpos. No es la pregunta más importante a resolver, ni tampoco el objetivo principal de la película, cuyas intenciones se pueden ver a kilómetros de distancia.

La tarea de Onetti es sumergir a su platea en un viaje en el tiempo, rebosante de sangre y momentos bizarros. Es cine trash y con mucho orgullo blande ese título en el aire. Las reacciones serán muy polarizantes y quizás no aporte mucho excepto pura nostalgia, pero no deja de ser una fuerte carta de presentación que le permite al director seguir marcando tendencia. Esperemos que su próximo proyecto, Los Olvidados, le de una plataforma mucho más amplia para darse a conocer.

estrella3

 

 

 

 

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