Crítica de The Bad Batch / Amores Caníbales

Una joven es desechada sin pena ni gloria en un páramo desierto de Texas, separado de la sociedad civilizada. Mientras trata de orientarse en este ambiente hostil, ella es capturada por una banda salvaje de caníbales y pronto se da cuenta de que tendrá que pelear si es que quiere sobrevivir en su nueva realidad.

Crítica de The Bad Batch / Amores Caníbales

Dos años después de A Girl Walks Home Alone at Night, su gran debut como directora, Ana Lily Amirpour vuelve a escena con un segundo film extravagante, que no apuesta a la indiferencia. The Bad Batch es una película acerca de las desigualdades, como su nombre lo indica. Su traducción sería algo así como «El Lote Defectuoso», pero en Netflix se la encuentra como Amores Caníbales (Si, como leen). Esta sigue el camino de una joven que es expulsada de la civilización por ser parte de dicho grupo: uno de drogadictos, delincuentes, locos e inmigrantes, quienes están destinados a vivir en su merecido mundo marginal. Esperando por ellos, detrás de una verja, se establece una comunidad caníbal fisicoculturista y otra llamada «Confort», algo así como la tribu oficial para los dañados, donde vive el resto. La «grieta» como nexo de un futuro monocromático.

A partir de ese concepto central, bastante explícito, Amirpour construye una historia que navega los mares de géneros áridos y secos: el spaguetti-western -hay un pequeño homenaje a la nomenclatura del género-, la road movie distópica -a lo Mad Max-, y el drama romántico pasado por el filtro latino de Robert Rodriguez. Este camino referencial a veces surge con éxito, y otras solo se transforma en un guiño, que se siente forzado y lejano. La película triunfa cuando los personajes descubren el engranaje emocional de un mundo que ya no les pertenece y que tienen que entender para sobrevivir, pero falla -especialmente en la subtrama que incluye al personaje de Keanu Reeves– cuando se detiene de más en exponer las reglas de esa realidad miserable.

Crítica de The Bad Batch / Amores Caníbales

La realizadora filma esta parábola sobre un Estados Unidos distópico, que bien podría ser la versión resultante dek legado de un Donald Trump perpetuado, para hablar del presente y exorcizarlo. Su «Confort» está poblado de individuos con cualidades que la Norteamérica ultraconservadora detesta y que en la película está representada, a otro nivel, en esta comunidad caníbal hiper-anabolizada de piel naranja, que lidera Joe, el personaje de Jason Momoa, como analogía evidente.

La historia de Samantha (Suki Waterhouse) es la que se abre paso en ese marco salvaje y desagradecido para con el ser humano: un personaje que se muestra incómodo en ese mundo y que no termina de definir su lugar. El encuentro con la hija de Joe es lo que da el puntapié a esta historia de venganza tex-mex, con un personaje que lamentablemente Waterhouse no aprovecha. Su Sam es, por momentos, insufrible e irritante. Todo lo ruda que luce no alcanza para que se sostenga como heroína en las dos horas de película. En cambio Momoa crea a un padre caníbal con sangre de artista, un hombre fuerte y lleno de matices que resulta por demás interesante. Si hay algo que no se entiende es la decisión de Amirpour de tener actores importantes en roles que son casi cameos. El vagabundo que encarna Jim Carrey nos regala una de las escenas más logradas, pero queda relegado a un par de apariciones al igual que el de Giovanni Ribisi.

En The Bad Batch, Amirpour se asocia otra vez con la fotografía de Lyle Vincent, esta vez correcta, y elige el camino más Harmony Korine posible. Die Antwoord, Ace of Base y Culture Club son el soundtrack de un mundo agotado y mendigo, que vive de las sobras de lo que quedó. El resultado es una película irregular, que quema cartuchos muy rápido y hace sinuoso un camino que -de haberse planteado menos serpenteante- hubiese sido muy interesante de recorrer.

estrella25

 

 

 

 

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