Crítica de Loving Vincent

Homenajea el trabajo de uno de los grandes maestros de las artes plásticas, Vincent Van Gogh. Cada fotograma es un cuadro pintado a mano sobre óleo al que se le ha dado movimiento que repasa la carrera del pintor.

¿Quién no ha visto aunque sea una vez en la vida una pintura de Vincent Van Gogh, o aunque sea haber escuchado su nombre? ¿Quién no ha quedado embelesado ante el expresivo azul de su «Noche Estrellada» o preguntarse sobre aquello que esconde el rostro de su inolvidable autorretrato? Loving Vincent traza un recorrido sobre su vida, su historia, la del Van Gogh más profundo, a través de una sublime historia. De esta forma, este ambicioso y original proyecto -que ha empleado más de 100 artistas para pintar a mano cada cuadro del film- es sin duda la joya animada del año.

Así como la muerte de Charles Foster Kane da lugar a una investigación acerca de su vida, en la cual se centrará la trama de Citizen Kane (1941), en Loving Vincent -al año siguiente de la muerte del pintor acaecida en 1890- el encargo que Joseph Roulin le confiere a su hijo Armand, de entregar una carta que Vincent escribió a su hermano, se convierte en el punto de partida por el cual el joven se sumerge en un viaje al pueblo de Auvers donde descubre la verdad de los últimos meses de Van Gogh. Esta exploración también hace mella en un Armand que de a poco ahonda y se obsesiona cada vez más con saber qué sucedió.

El punto más fuerte y emocionante del film es justamente evitar el simple trabajo deductivo de Armand para pasar a ser una persona también sufrida. El relato comienza con una situación que caracteriza al propio protagonista y le confiere los conflictos internos, de forma que el centro de atención del film no solo se da en Van Gogh sino en el arriba mencionado.

Al llegar a Auvers, al instante es posible darse cuenta la importancia que los co-directores del film, Dorota Kobiela y Hugh Welchman, le otorgan a la historia. La región exuda la cotidianidad de un pueblo rural, y sin embargo también carga con la sombría estela de la muerte del pintor. Nadie es ajeno al hecho y cada uno tiene una versión distinta de lo sucedido. Así compone un mosaico de relatos que permite dar cuenta de la verdadera personalidad de Van Gogh. Y en la forma que en Citizen Kane la incógnita de la muerte es un mcguffin para narrar la vida de Kane, el viaje de Armand deja al descubierto la heridas de cada uno de los distintos informantes, las heridas de Armand y la inestabilidad y el genio de Vincent Van Gogh. La muerte es algo que ya poco importa para un alma.

El otro gran pilar de Loving Vincent, aquello por lo que dio tanto que hablar, es la sublime técnica de animación, simulando el arrebatado trazo del pintor y la expresividad e intensidad de sus colores. El film se mueve entre el color, el blanco, el negro, la realidad y la fantasía planteando una dimensión de emociones que recorre su camino paralelamente a la historia; siendo la mayoría de los planos un desprendimiento de diversos cuadros del artista y, por otro lado, siendo cada personaje una persona retratada en un obra en particular. El conmovedor y misterioso score de Clint Mansell acentúa la madurez de la narración.

Definitivamente, lo más valeroso de Loving Vincent es la manifestación de autenticidad y amor hacia Van Gogh, logrando llevar a hundirse en las distintas emociones que manifiesta la obra entera del pintor holandés. Un film tan provechoso tanto para los que estén familiarizados con su obra como para los que no. Un retrato de la trágica vida del genio postimpresionista, sin el cual no podría concebirse la pintura moderna.

estrella45

 

 

 

 

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