Crítica de Thor: Ragnarok

EN CONTRA – Thor se encuentra prisionero al otro lado del Universo, sin su martillo Mjolnir y en una carrera contra el tiempo para poder volver a Asgard y detener el Ragnarok -la destrucción de su planeta natal y el fin de su civilización.

Cuando anunciaron que la tercera película en solitario de Thor iba a ser dirigida por Taika Waititi, festejé. No solo por lo que ese anuncio implicaba en términos artísticos para la franquicia y el Universo Cinematográfico de Marvel, sino porque había otra producción del realizador neozelandés para esperar con ansias. Para quien no lo conoce, es el director y guionista de Eagle vs. Shark (2007), Boy (2010), Casa Vampiro (What We Do in the Shadows, 2014) y Hunt for the Wilderpeople (2016); cuatro magistrales «tragicomedias» que lo convirtieron en un cineasta realmente valioso, capaz de integrar sensibilidad y humor, de manera fresca, original y, sobretodo, muy personal. Todo parecía indicar que Thor: Ragnarok se sumaría a su salón de grandes trabajos, pero lamentablemente –y con dolor– debo decir que no.

Thor: Ragnarok es una película de Marvel, no de Taika Waititi. Cuesta encontrar al realizador en el film, más allá de un par de escenas –inconexas de las estructura general, pero las mejores por cierto-, guiños y personajes. Pensemos que en esta corre la misma suerte que Thor: dos personajes amoldados a la fórmula Marvel, dos personajes que el estudio parece no entender pero sí necesitar. Y eso es malo en serio.

Comienza declarando abiertamente que es una comedia a los 20 segundos, a partir de ahí lo subraya una y otra vez, durante dos horas. No todos los chistes funcionan, pero a los guionistas parece no importarle. Incluso su estructura no se entiende: el montaje alterna sin criterio claro la aparición de personajes y situaciones. El gran ejemplo de esto es el de Hela, una muy desaprovechada Cate Blanchett, cruza entre la Enchantress de Cara Delevigne en Suicide Squad y la Rita Repulsa de Elizabeth Banks en Power Rangers. El desarrollo como villana es aleatorio. Ingresa al film con la intención de ser un personaje con peso y pantalla, pero se diluye por la decisión de dejarla de lado durante buena parte del metraje, y retomarla casi al final. Esto se repite con otros, como puede ser el Heimdall de Idris Elba, que parece formar parte de otra película, o apariciones/desapariciones de algunos que supieron ser importantes en las entregas anteriores y acá no pinchan ni cortan.

Chris Hemsworth fue hecho para la comedia. Lo viene demostrando hace rato y acá lo vuelve a hacer, algo que es para agradecer. Se lo nota cómodo y desenfadado. Su Thor versión Ragnarok es bobalicona, pero simpática. Si hablamos del hermano del Dios del Trueno, el Loki de Tom Hiddleston, se vuelve a reinterpretar y sale airoso. Su rol de villano emo-rockero-galáctico, no tiene el peso de las entregas anteriores pero se disfruta de igual manera. Los casos a analizar son los de los co-equipers, Valquiria (Tessa Thompson) y Hulk (Mark Ruffalo). La primera aparece y nos esperanza con ver al fin en el MCU un personaje femenino que tenga carácter y no sea un estereotipo. Pero, a medida que la película avanza, ese deseo se transforma en resignación. Si bien escapa de ciertos lugares comunes –hay un gran plano depalmiano que juega con lo fálico y masculino-, eso sucede muy poco y su rol en la película se adjudica más al de personaje como herramienta para un fin. A su lado, el Hulk de Ruffalo sigue obrando como comic-relief del universo. A veces funciona y otras tantas no: hay escenas que cuentan lo mismo dos veces, reiteraciones que no llevan a ningún lado. Hulk sigue siendo la mascota de Marvel encargada del slapstick, ese humor físico que es necesario pero que ya empieza a cansar.

Mucho se ha hablado de la influencia de Jack Kirby en Thor: Ragnarok. Hay cosas que sí la ratifican pero más relacionadas con el aspecto visual: decorados, colores y patrones en texturas de las naves y vestuarios. El CGI ayuda a construir este verosímil interdimensional, cuando menos interviene. Sin embargo, Hulk se ve feo: los primeros planos lo delatan, los abiertos lo disimulan. La banda sonora compuesta por Mark Mothersbaugh está llena de sintetizadores y exhala 80’s por todos lados. El problema es que no se escucha; aparece en algunos momentos brevemente con peso, para después volver a esconderse. No sucede lo mismo con el uso de Immigrant Song de Led Zeppelin, que suena a todo trapo dos veces y está muy bien usada.

Lamento que Thor: Ragnarok haya sido una oportunidad desperdiciada. Ni el evento del título es aprovechado, más bien es transformado en mera excusa de marketing. Uno podría pensar que el problema es el encare tonal, pero no: son las formas. Ragnarok es una parodia forzada, un diseño de estudio. Molesta mucho el hecho de que todo el tiempo nos estén diciendo: «¡Miren qué película canchera hicimos!». Eso la convierte en pura pose, en cáscara. Se extrañan los tiempos en que Marvel nos dio Iron Man, Captain America: The Winter Soldier y Guardians of the Galaxy. Ahora todo parece una copia de una copia, donde cada nuevo duplicado es menos que el anterior y cada director una pieza menor del engranaje. Marvel lo hizo de nuevo. Y eso no es un halago.

estrella2

 

 

 

 

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