Algunas líneas sobre Mindhunter

Año 1977. Dos agentes del FBI revolucionan las técnicas de investigación para encontrar las respuestas a cómo atrapar a asesinos en serie y mentes psicópatas.

Ya habrán leído en todos lados las citas a Se7en y Zodiac en relación a Mindhunter. Cerrar filas en torno a dos obras anteriores de David Fincher es la opción más fácil y accesible, no porque no haya relación estética-narrativa -que la hay-, sino porque la serie no se encapricha en teñirlo todo de su color.

En los créditos iniciales, el «created by» le corresponde a Joe Penhall, guionista de The Road (2009), mientras que Fincher dirige 4 episodios: los dos del principio y los dos del final. La mixtura en Mindhunter obra, gratamente, de maneras misteriosas.

El primer capítulo es el 0, y nunca mejor dicho. 50 minutos fuera de la norma del manual de pilotos de series, donde todo es contexto, desarrollo de personajes, presentación del mundo pero no así del conflicto. La serie emerge de las sombras y marca la cancha con un episodio que funciona de forma autónoma, cual prólogo. A partir del segundo entramos de verdad en el universo complejo, laberíntico y adictivo de Mindhunter.

La serie parece no cerrarse en estructuras, personajes y situaciones: aprovecha todos los elementos que tiene a su alcance sin miedo. Es exploración pura, un mundo abierto donde el criterio clásico narrativo no es lo que más importa. Es la historia de dos agentes del FBI, Holden Ford y Bill Tench, que intentan «cazar» asesinos caminando las habitaciones de esas casas a las que nadie parece querer entrar: sus mentes. Lo que parecería externo a la mente criminal, lo que en los papeles menos hablaría de ese mundo, es lo que termina por definirlo todo. La serie devela a los asesinos por la época en la que viven, el contexto social de los años ’70, los deseos de pareja, la familia; pero lo hace más a través de los personajes de los agentes que de los propios criminales. Es ahí donde radica el mayor logro del programa: la empatía con los mundos ordinarios de seres que no lo parecen y en su interpelación constante, producto del choque de dos mundos, en apariencia, disimiles.

El rol de la mujer es otro de los pilares sobre los que se asienta la serie, y que genera posturas encontradas. Hay quienes exponen que tiene una mirada machista. Creo, y es una opinión entre otras, que es todo lo contrario a lo que apunta Penhall. Los personajes femeninos en Mindhunter, como pueden ser los personajes de Wendy y Debbie –interpretados en forma magistral por las talentosas Anna Torv y Hannah Gross– se encuentran en medio de universos sociales patriarcales, pero ambas, desde los lugares que ocupan, batallan por equilibrar la balanza. Ya sea en su intimidad o con sus pares, lo demuestran con sus acciones y no solo con las palabras. Enfrentan, discuten, deciden. Es más, no solo los personajes femeninos centrales son los que exponen esta desigualdad, también lo hacen los criminales que Ford y Tench visitan, aunque sea en su discurso.

Si hablamos de la dupla protagonista, Jonathan Groff como Ford se lleva los laureles. Interpreta a un personaje que en la superficie pareciera no decir gran cosa, pero a medida que los capítulos avanzan lo despoja de clichés y expone a la luz un ser intempestivo, errático e inseguro, que va a ir transformándose en el recorrido de la temporada. Holt McCallany, como Tench, cumple en el rol del detective gruñón, pero pareciera manejar un registro monocromático, que se vuelve irritante a medida que avanza la trama. Pero los aplausos se los lleva Ed Kemper, interpretado por Cameron Britton. Su pyscho-killer es brutal, con todo eso que pone la piel de gallina de un asesino: su ambigüedad, su gestualidad y manipulación, sutil, casi como un hechizo. Hay largas escenas de charlas, en las que produce fascinación ver cómo puede construirse una interpretación tan enorme.

Presten atención a las escenas de Wendy y el lavadero; el ejemplo de cómo el detalle o la falsa nimiedad pueden construir una idea central y potente –que no será adelantada en este texto– e invitar al espectador a ser perspicaz, algo muy Fincher por cierto. Sus cuatro capítulos son los que más fuerza visual tienen: la secuencia de montaje del segundo episodio es exquisita y los últimos dos episodios son de una tensión que oprime el pecho.

Mindhunter es una serie magnífica, inteligente y segura de sí misma, que nos habla a través de la psicología de un pasado no tan pasado y de nuestro presente, mucho más alto de lo que podríamos pensar.

8 puntos

 

 

 

 

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