Crítica de Willkommen Bei Den Hartmanns / Bienvenido a Alemania

Los Hartmann son una familia alemana, en apariencia, normal. La vida de todos y de la ciudad en la que viven se ve alterada cuando Angelika, una maestra recientemente jubilada, decide dar asilo a un refugiado nigeriano.

Problemas de gente blanca.

El rotundo éxito que tuvo Willkommen Bei Den Hartmanns en Alemania, refleja a la perfección una burbuja socio-económica del primer mundo a la cual la película satiriza pero a la que le resulta imposible escapar. La comedia de Simon Verhoeven promete tocar un tema tan ríspido como el de la inmigración y la aceptación social, pero se queda a medio camino y nunca terminar de provocar como es debido.

Tibia es la palabra que mejor puede describir a Bienvenido a Alemania. La comodidad de la familia Hartmann es tan impoluta y rayana en la total opulencia que genera un buen balance en las primeras impresiones del público. El patriarca es Richard (Heiner Lauterbach), un eminente cirujano que atraviesa una profunda crisis de la mediana edad y se refugia en retoques cosméticos y coqueteos con jóvenes ayudado por su amigo, un cirujano plástico. La matriarca Angelika (Senta Berger) es una ama de casa aburrida que empuja hacia adelante la trama, al adoptar bajo su techo al adorable refugiado Diallo (Eric Kabongo). Los retoños del matrimonio son el adicto al trabajo Phillip (Florian David Fitz), que arrastra un matrimonio fallido y a un hijo adolescente con aspiraciones muy modernas, y Sofie (Palina Rojinski) la eterna estudiante del clan que es objetivo de un pretendiente que la persigue a todos lados. El núcleo familiar se verá sacudido con la decisión de Angelika de traer a un extraño al hogar, pero Diallo les demostrará que los puede unir de maneras inesperadas.

¿Les suena familiar? Claramente. El intruso en la familia es un precepto fílmico utilizado hasta el cansancio, siempre poniendo en relieve el choque de culturas, las diferencias entre un lado y otro del conflicto, y más. El disparador de la acción es odioso, de una superioridad blanca a más no poder, pero con el correr de los minutos uno puede llegar a vislumbrar desde qué lugar provienen las ansias de ayuda de la madre Hartmann. Y no es la manera en la que Bienvenido… hilvana su historia, sino el contenido. En las eternas dos horas de película, los conflictos son simplemente vacuos y de poca importancia. En los primeros momentos hay un interés por profundizar la crisis de identidad que atraviesa Diallo, pero luego se evapora para tenerlo casi como un mero espectador de las crisis de gente blanca de los Hartmann.

Y no es que sean malas personas, son muy agradables para con su invitado permanente, en especial los hijos, pero las subtramas que involucran a cada uno nunca terminan de cuajar. Richard tiene una crisis, se enfurece con su familia y principalmente con un médico joven y atractivo; Phillip trabaja hasta el cansancio y no puede lidiar con su avanzado hijo adolescente; Sofie es una treintañera que no puede encauzar su vida y lo único que le pide su familia es que consiga pareja. Todo en el film apunta a aleccionar, pero nunca funciona del todo porque no vas más allá de las intenciones. Y como comedia, hace aguas por todos lados porque el humor alemán es casi intraducible en nuestras tierras o realmente no tiene suficientes chistes ni situaciones graciosas para sostener su abultada duración. No hay manera de llenar el tiempo con conflictos poco interesantes para la platea y ése es su peor crimen.

Bienvenido a Alemania es una tibia comedia que nunca llega a cumplir con el potencial de su trama, a pesar de contar con un elenco dispuesto y una producción acorde. Su temática es casi universal, pero no hace mucho para diferenciarse de otras compañeras de rubro. Es amable, se deja ver y eso es todo.

estrella2

 

 

 

 

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