Crítica de Good Time: Viviendo al límite

Después de que el robo de un banco acabe con su hermano pequeño en prisión, Constantine Nikas se embarca en una odisea a través del mundo subterráneo de la ciudad en un intento, tan desesperado como peligroso, por conseguir el dinero de la fianza para poder sacar a su hermano de la cárcel.

Estar apadrinados por Martin Scorsese y haber sido elegidos para la competencia oficial del Festival de Cannes 2017, esas solas credenciales les son suficientes a los hermanos Joshua y Ben Safdie como para hacerle a uno levantar las cejas de puro interés. Good Time es una verdadera proeza que, con astucia, construye una dinámica película de robos con complicaciones, que en el camino reivindica completamente la edulcorada carrera del galán Robert Pattinson.

Que no los engañe el título, los buenos momentos que prometen son sarcásticos, al menos para los personajes. Es la platea la que tendrá un buen momento viendo desarrollarse uno de los peores atracos bancarios en la historia de los atracos bancarios cinematográficos. Y no es que abunde el humor. Lo hay, en dosis medidas pero nunca extremas. Pero la historia de vida de los hermanos Nikas no es una comedia, aunque los enredos que los siguen como sombras lo haga parecer así. El Connie de Pattinson es un muchacho nervioso y volátil, quien no tiene mejor idea que usar a su discapacitado hermano menor Nick (Ben Safdie, protagonista, director, guionista y editor, todo un hombre orquesta) para cometer un asalto a plena luz del día. Las cosas no salen como planean y pronto Connie necesitará una buena suma de dinero para sacar a su hermano de la cárcel, ya que si no lo hace Nick terminará como papilla en el correccional Rikers, con su frágil estado mental siendo un factor vital para apurar dicho trámite violento.

En el transcurso de una sola noche ocurre la carrera contrarreloj de Connie, en donde éste acude a métodos poco ortodoxos para salvar a su hermano menor de una sentencia segura. A este antihéroe cuasi villano sólo lo redime el amor filial que le profesa a Nick y la necesidad de ayudarlo es el motor fundamental del film. Se la ha tildado a Good Time de vertiginosa, pero está algo lejos de serlo. El ritmo precipitado de conseguir algo en apenas horas me remite siempre a la excepcional Corre Lola Corre, donde una colorada rojo furioso Franka Potente debía recolectar una exorbitante suma de dinero en minutos. Acá el detalle desenfrenado lo aporta la rugiente música de Oneohtrix Point Never (ganadora a menor Banda de Sonido en Cannes) y el tempo que ofrecen los hermanos Safdie es menos una caída de la cima de una montaña rusa y más un lento pero seguro ajuste de tuerca.

La travesía suburbana de Connie lo lleva a lugares impensados y sorpresas de guión varias, en donde cada situación le genera un impedimento que resuelve como puede. Él no es una luminaria criminal y eso mismo refleja la cara de perplejidad de un sobresaliente Pattinson, quien clava la bandera bien alto con este personaje y se quita de encima finalmente el estigma del vampiro brillante de hace un lustro atrás. No vamos a decir que está irreconocible, pero su cambio de actitud demuestra que es un buen actor después de todo, sin la pereza actoral que demostró en la saga Twilight. Ben Safdie es un gran apoyo para Robert en la caracterización del especial Nick, donde nunca recae en lugares comunes de gente con discapacidad mental, y los secundarios también brillan como una siempre explosiva Jennifer Jason Leigh como la novia MILF de Connie que parece estar en una tragicomedia, madre octogenaria y todo, o la jovencita Crystal de la debutante Taliah Webster que se ve arrastrada a la vorágine del protagonista.

Good Time es la misma definición de un mal viaje lisérgico. Todo lo que puede salir mal lo hace, todo bañado con luces de neón, primerísimos planos para captar la reacción de los personajes y música de sintetizadores que abruma los sentidos. Es una radiografía de la bajeza criminal neoyorkina, un testamento a lo que la gente puede hacer por necesidad y urgencia, al estilo de vida que uno elige para sí y, en definitiva, una película que coloca a los Safdie como verdaderos etnógrafos de una clase social marginal.

estrella35

 

 

 

 

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