Crítica de Mala Vida

En un Buenos Aires salvaje, posmoderno, de colores intensos y pasiones urgentes, Heidi, la estrella pop del momento desaparece sin dejar rastros. Tres oscuros malvivientes planean aprovecharse de esa situación y urden un insólito plan.

Mala Vida

Mala Vida, película dirigida a cuatro manos por Mad Crampi y Fernando Díaz, es una especie de comedia coral, donde varias tramas conviven en paralelo deviniendo en una serie de encuentros y desencuentros entre los personajes que la componen: dealers, cantantes desaparecidas, ladrones y barrabravas forman parte de un cóctel que se hace difícil de disfrutar.

Más allá de la intención bizarra y «clase C» de la propuesta -basta ver la escena con la que abre el film en esa especie de noticiero trash futurista-, la película es una sucesión de momentos que poco tienen de cinematográfico. No solo se ven como sketchs aislados entre sí, sino que son insoportablemente largos. Uno espera inmediatamente el remate -la escena en la que Ana María Orozco interpreta a una vidente es un claro ejemplo de esto- y la comedia aparece de manera fugaz y poco inspirada.

Mala Vida

Si bien se refugia en el delirio, extremo y artificial, lo hace solo en su superficie, no lo profundiza. Pareciera que este es el camino elegido porque es lo único que el presupuesto permite: la dirección de arte está bastante lograda, mientras que la saturación de los colores y las luces duras enfatizan lo pobre de ciertos decorados y locaciones, y transforman a la película en una propuesta que parece estar pensada más para ser vista en YouTube que en una sala de cine.

En el aspecto interpretativo, los actores sobreviven con lo que tienen a mano. Joaquín Berthold y Maxi Ghione parecen entender mejor el tono y sobresalen más por ellos que por su contexto ficcional. Lamentablemente, eso no alcanza para hacer crecer a una película que se autoimpone su techo, desde el momento en que sus realizadores eligen contar la historia dentro de los márgenes de un lenguaje audiovisual que parecen disfrutar ellos, y no quienes habitamos el espacio del otro lado de la pantalla.

estrella1

 

 

 

 

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