Crítica de Phantom Thread

En la glamorosa Londres de los años ’50, el renombrado modisto Reynolds Woodcock y su hermana Cyril están en el centro de la moda británica. Las mujeres vienen y van en la vida de Woodcock, hasta que se cruza con una joven mujer de carácter fuerte, Alma, quien pronto se convierte en un elemento de su vida como su musa y amante.

Sutileza, delicadeza y buen gusto exuda Phantom Thread, la nueva obra de Paul Thomas Anderson, protagonizada por la leyenda viviente Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps y Lesley Manville. El cineasta brinda una clase maestra de dirección y presenta una historia original y bien escrita que, dada la crisis de creatividad del cine norteamericano, debe ser loable. El film desarrolla la atmósfera obsesiva del thriller, envuelta en las elegantes telas del drama y humor inglés.

Los primeros 20 minutos son esenciales para entender la maestría con la que Anderson firma el guión; una secuencia rutinaria que pone sobre la mesa todas las particularidades de un prestigioso diseñador (Day-Lewis), a la vez que establece el misterio de una mujer (Krieps) que lo describe como si pareciera conocerlo a fondo. Sí, son veinte minutos a una velocidad aletargada infrecuente en la cinematografía estadounidense contemporánea, sin embargo esta presentación de la información es el punto de partida de un relato que deviene más y más oscuro y excitante.

El realizador construye un ambiente esquizofrénico, la casa es casi claustrofóbica y los años ’50 ponen de relevancia esas figuras de las clases altas inglesas, brotadas de pomposidad y ornamentos, un mundo hipócrita. Alma, Reynolds y Cyril forman un trío caprichoso e histérico, que va deshilachándose hasta descomponerse en amor y dolor por igual.

La fotografía -realizada por Anderson, pero sin crédito- y la producción de arte maridan en forma exquisita, una excelente muestra del recuerdo de una clase social en picada, pura nostalgia y melancolía. En el brillo de la moda de mediados del siglo XX coexiste también el recuerdo de las taras del pasado, que insuflan un ambiente cargado de pena y cosas no dichas.

Daniel Day-Lewis y Leslie Manville son los que definitivamente brillan por sobre todas las cosas, interpretando a esa dupla de hermanos que trabaja codo a codo, siempre apoyándose mutuamente a su manera, aunque los rodea un ambiente de desagrado. Ella estoica y dedicada, él, siendo quizás el actor más talentoso de las últimos décadas, con su trabajo completamente dedicado a ser un diseñador que convive inestablemente con sus demonios y caprichos. La gran labor de Krieps también merece mención.

Jonny Greenwood compone un score cargado de romanticisimo, donde las melodías del piano o el violín resplandecen y hacen brillar aún más -como los vestidos- los delicados matices de cada personaje. Si hay algo que caracteriza a Phantom Thread, como debe hacerlo un buen drama, es la profundidad, en los personajes, las acciones; en esta obra todos los elementos narran y describen el conflicto sin necesidad de que el mismo deba enseñarse de manera explícita y burda. Lo más plausible del film de Anderson quizás sea su última secuencia: cómo con una simple frase, todo el relato puede resignificarse y lograr un clímax hermoso.

estrella45

 

 

 

 

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