Crítica de No Llores Por Mí, Inglaterra

En 1806 los ingleses invaden la ciudad de Buenos Aires, hasta entonces bajo el mando de la Monarquía Española. Instalados en este nuevo territorio, el General Beresford, para distraer a la población, les presenta un juego novedoso: el fútbol.

Los ingleses invadieron por primera vez el virreinato del Río de la Plata en 1806. El 24 de junio llegaron a la costa de Buenos Aires con la idea de conquistar el territorio que le pertenecía a la corona española para poder ampliar sus fronteras comerciales. Con la expansión de Napoleón sobre el continente europeo, los británicos habían quedado limitados al mar, y con la revolución industrial tenían un exceso de mercancías. La solución: hacer uso de su fuerza naval para conquistar nuevos mercados. Pero hubo algo que no tuvieron en cuenta: la viveza criolla y a Diego Capusotto como DT.

No llores por mí, Inglaterra cuenta en clave de sátira los 46 días en que el virreinato formó parte del imperio británico. Manolete (Gonzalo Heredia), un empresario criollo que reúne todos los clichés del porteño avivado, encuentra una veta comercial para sacarle provecho a la invasión. Los ingleses necesitan controlar al pueblo disconforme con «la nueva gestión». Después de que el General Beresford (Mike Amigorena) da un discurso en la plaza de armas de Buenos Aires -en la que es muy fácil encontrar similitudes más que evidentes con la actualidad política del país-, se da cuenta de que va a necesitar una distracción hasta que lleguen los refuerzos. Decide entonces que la mejor forma de entretenerlos es con el football. Pone a su primer oficial, Luciano Cáceres, a dar clases en la plaza. Es en este momento en que Manolete se da cuenta que de esto puede hacer un negocio. Después de organizar un partido entre los barrios de Embocadura y Rivera, acuerda con Beresford hacer uno que enfrente a los ingleses y a los criollos, dirigidos por Sanpedrito (Capusotto)

La película de Nestor Montalbano, director de Pájaros Volando y Soy tu Aventura, está poblada de lugares comunes, pero no por esto está mal. Están bien utilizados y hacen a la historia, que a su vez ofrece una lectura sobre la situación actual del país. No son inocentes las similitudes discursivas entre los ingleses y varios de los políticos del momento. Quizás el problema sea que muchas veces recae en gags y cierto humor que a esta altura resulta viejo. El personaje de Laura Fidalgo, la esposa de Manolete, es unidimensional y se hace abuso de su figura al mejor estilo ochentoso. Por otro lado, se nota que la película no busca ser prolija en cuanto a lo técnico, pero al verla uno no puede evitar pensar si nos faltará mucho para aprender a usar las pantallas verdes.

Divierte y al amante del fútbol le encantará ver recreados grandes momentos del deporte nacional. Los anacronismos responden a la trama y de más está decir que uno no puede ir a verla esperando precisión histórica. Aún así mucho de lo que se narra es correcto, la reconquista comandada por Liniers, la organización de las milicias y el centro de operaciones en la iglesia de Santo Domingo al mando de Álzaga. La película dista de ser una joya, pero cumple la función de entretener.

estrella3

 

 

 

 

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