Crítica de Smurfs: The Lost Village

Esta encontrará a Pitufina y sus hermanos de excursión a lo largo del inexplorado Bosque Encantado, para tratar de descubrir una legendaria aldea de Pitufos antes de que lo haga su enemigo, el malvado hechicero Gargamel.

Dado que el éxito de taquilla de The Smurfs y su secuela no se debió a Neil Patrick Harris o a ninguno de los actores de carne y hueso que lo acompañaron, Sony Pictures decidió eliminar al componente humano a la hora de relanzar a los personajes creados por Peyo. Así es que llega a los cines Smurfs: The Lost Village, una película completamente animada de los Pitufos, con la misma falta de ideas que las otras pero con 50 millones de dólares menos de costo.

En la aldea, cada uno tiene su función, una que les da identidad. Gruñón, Fortachón, Filósofo, Tontín, todos los azules habitantes se definen en base a lo que hacen, algo que llevan como una marca en el nombre y están de acuerdo con ello. La que interroga por algo más es Pitufina, en lo que será el único planteo interesante de la película, perdido en el marco de una aventura corriente. ¿Qué es una Pitufina? Ninguno parece tener la respuesta, sin comprender del todo la etimología de la palabra. Después de todo, mientras que ellos tienen una tarea que cumplen a gusto, a ella se la reconoce por el hecho de ser la única chica. Así es que la película de Kelly Asbury (Shrek 2, Gnomeo and Juliet) asoma a adentrarse en un terreno moderno y pertinente, con una mirada sobre el rol de la mujer en esta sociedad, más allá de que la cuestión de la personalidad –o la falta de ella- podría ser un tópico aplicable a la aldea en su conjunto.

El guión de Stacey Harman (The Goldbergs) y Pamela Ribon (Moana) hace esta propuesta en el contexto de una historia inocente, que se pierde en la más que conocida fórmula de persecución por parte de Gargamel (Rainn Wilson). Esto pone al equipo protagónico en una aventura que los hace pasar al Bosque Prohibido, uno repleto de plantas, animales e insectos desconocidos que se convierten en lo mejor que hay para ofrecer. Un estallido de color en pantalla, que aprovecha las posibilidades del CGI para darse mayor rienda suelta a la hora de ponerse creativos. Los chistes son básicos, el lenguaje Smurf aburre pronto al incluir el prefijo “Pitufi” en cualquier palabra al azar y hay una trama con reminiscencias de The Smurfs 2 –Pitufina como una creación del hechicero malvado y más-, pero también hay cierta inventiva a la hora de planear la tierra mágica del título, una que se muestra luminosa, explosiva, vivaz.

Claro que no alcanza para sacar a la acción del sopor en el que se encuentra desde el primer momento, con un planteo aburrido que pareciera apuntar a los más pequeños dentro de la platea infantil. Es cierto que hay un mayor aprovechamiento de los recursos que puede ofrecer la tecnología, pero eso es algo que se puede decir de básicamente todas las producciones animadas que llegan a la cartelera. Y si la oferta se queda solo en eso, entonces no alcanza.

estrella2

 

 

 

 

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