Crítica de Inhebek Hedi / La Amante

Después de la primavera árabe, muchas cosas han cambiado en Túnez. En esa atmósfera transcurre la historia de Hedi, un joven de 35 años sencillo e introvertido que está a punto de contraer matrimonio con una chica elegida por su familia.

Inhebek Hedi, debut del director Mohamed Ben Attia galardonado como mejor ópera prima en el Festival de Berlín de 2016, narra la liberación de un joven de las ataduras culturales musulmanas que lo unen a su madre. También se expresa como un relato universal, un símil de género coming of age -con la salvedad que el personaje de Hedi tiene 35 años, entre otras cosas-, en donde la vida del protagonista pega un vuelco que lo lleva de la triste monotonía a la alegre incertidumbre que suscita el amor.

Para él, la vida podría decirse que es fácil: un trabajo, un arreglo de matrimonio, supuesto futuro económico. Pero Ben Attia deja claro desde el principio que esta imagen es solo un espejismo. La vida de Hedi son los reflejos de los deseos de una madre controladora. Tanto desde la fotografía como desde los diálogos el director lo propone siempre fuera del centro. Él es solo un decorado.

Solo cuando la cámara comienza a seguirlo en sus momentos íntimos es que se presenta como el personaje principal, sin embargo no será hasta que el joven cambie de ambiente que la tediosa atmósfera del film mostrará un hombre sin ánimos, contenido, infeliz. El trabajo de Majd Mastoura, premiado como mejor actor también en el mencionado festival, determina otro de los aspectos que configuran esa linealidad constante que estalla en una interpretación visceral y realista.

El invariable caos sonoro da lugar a la calma del sonido del mar y las gaviotas, en donde Hedi encuentra la libertad. No obstante la atmósfera parece ser la misma, lo que entonces demuestra la ductilidad de Ben Attia para expresar que quizás el problema no sea el joven sino el contexto que lo rodea, algo que puede aludir también a una denuncia del director hacia la propia configuración cultural y social de su país.

Recordar los hechos de la Primavera Árabe ocurridos entre 2012 y 2013, situados antes del film, ayudan a apreciar un relato sencillo pero que pone en juego las convenciones sociales de la propia cultura. De esta forma también llega a identificarse un espectador ligado a otra concepción de mundo, porque a fin de cuentas siempre terminan aflorando los deseos contenidos del corazón adolorido.

estrella35

 

 

 

 

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