Crítica de Atomic Blonde / Atómica

Este thriller de acción vertiginoso seguirá a la asesina más letal del MI6 a través de una ciudad convertida en una bomba de tiempo, latente con revolucionarios y colmenas de traidores.

Solo se requiere un poco de atención en la similitud fonética entre «atomic blonde» y «atomic bomb» y el hecho de la espectacularidad que domina el mercado hollywoodense hoy en día para intuir de qué irá Atómica, este vertiginoso y brutal relato de acción protagonizado por Charlize Theron. Despampanantes escenas de luchas, Guerra Fría, música ochentosa y mucho, muchísimo flúor son los condimentos principales para un film que puede saciar los estándares del género, pero que se asemeja más a las cinemáticas de un videojuego.

The Coldest City es la novela gráfica en la que se basa la película que presenta a esta agente del MI6, Lorraine Broughton, con una misión en plena Berlín de 1989, donde el futuro del conflicto que marcó la segunda mitad del Siglo XX está en juego. La actriz sudafricana da vida a una mujer experimentada, letal y extremadamente bella, es decir, los rasgos más estereotipados que un relato norteamericano clásico podría ofrecer. Con Charlize Theron bien podría suponer un empoderamiento de la figura de la mujer, si no fuera porque el relato se mantiene infestado de personajes masculinos que no hacen más que ocupar los puestos de mayor jerarquía dentro del mundo político/criminal, aquellos que mueven los hilos a pesar de la agresividad y rebeldía de la protagonista.

Por supuesto que debe hablarse de la estética visual del film, abultada de luces de neón y graffitis para que la recreación de la Berlín de fines de los ’80 sea efectiva en referencia a lo que se ve. Se les suman a estas el Muro, el Stasi, la KGB, tribus urbanas under y referencias temporales que ubiquen en la época, pero que nunca forman parte importante en el conflicto. Increíblemente los personajes se mueven con libertad entre los lados este y oeste de Berlín sin ningún tipo de obstáculo más que el requerimiento de un pasaporte, poco verosímil en una ciudad en vísperas de la caída de la Unión Soviética.

Por supuesto que lo más destacable redunda en las intensas coreografías pugilísticas, que el director David Leitch -encargado de dirigir la secuela de Deadpool– opta por hacerlas en largos planos que acentúan la intensidad y crudeza, además de destacar el trabajo de James McAvoy, Sofia Boutella y por supuesto la propia Theron, que demuestra una ductilidad plausible a la hora de irse a los puños.

La destreza visual de Atomic Blonde no disfraza las carencias de un guión repetitivo y confuso a la hora de una resolución que comienza a entregar datos a mansalva al mismo tiempo que giros narrativos motivados con el solo hecho de manifestar un deficiente interés al argumento. El score de Tyler Bates, especialista en el género de acción -no por nada el compositor de la versión masculina de esta, John Wick-, evita con sus motivos constantemente acelerados y pesados que el esqueleto argumental mantenga algo de intriga y fuerza.

Atomic Blonde es adictiva como videojuego y entretenida como título de acción, pero sosa y previsible como film integral; un producto que se construye en base a la espectacularidad y las sensaciones. En el fondo, una reproducción de los valores estadounidenses en donde ellos deben vencer a los malvados rusos.

estrella2

 

 

 

 

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