Crítica de Flatliners / Línea Mortal: Al Límite

Se centra en un grupo de estudiantes de medicina cuyo objeto de estudio se enfoca en experiencias cercanas a la muerte, hasta que las oscuras consecuencias de sus actos comienzan a poner en peligro sus vidas.

¿Qué hay más allá de la muerte? Esta es la pregunta que se nos presenta con Flatliners (Línea Mortal: Al Límite), la nueva película de Niels Arden Oplev (Los hombres que no amaban a las mujeres, Portland), una suerte de relanzamiento/secuela de aquella estrenada en 1990 con Joel Schumacher (8mm, Batman & Robin) en la dirección.

La historia nos sitúa en una prestigiosa universidad de medicina, donde cinco estudiantes y amigos comienzan un arriesgado y perverso experimento: detener sus corazones por varios minutos para intentar conocer qué es lo que hay más allá de la vida y con qué podemos encontrarnos. Sin embargo, poco a poco los cargos de conciencia y fantasmas del pasado se convertirán en fuertes enemigos que deberán enfrentar antes que sea demasiado tarde.

A diferencia de la versión de 1990, el drama presenta una mayor oscuridad, ya que los personajes van a quedar atravesados por problemas latentes y oscuros secretos. Esto resulta positivo, ya que genera mayores riesgos y pérdidas en los acontecimientos que se irán desenlazando y afectando a los protagonistas. Por otro lado, con esta nueva visión propuesta por Oplev, que apunta hacia un lado juvenil, los estudiantes que protagonizan la historia van a caracterizarse de manera adolescente. De esta forma, el objetivo principal del experimento que desata la trama termina siendo otro a medida que avanza la película, volviéndose más hedonista y con una intención aún más superficial. Es así que nos encontramos con un guión que cumple su cometido, pero nos deja con resoluciones algo inconclusas, de las que podríamos esperar más.

Ellen Page y Diego Luna son los nombres más reconocidos del reparto en general, que se completa con Nina Dobrev (The Vampire Diaries, xXx: Return of Xander Cage), James Norton (Happy Valley, Black Mirror) y Kiersey Clemons (Dope, Neighbors 2: Sorority Rising). Cada uno de los personajes responde a personalidades totalmente diferentes, pero que no todos logran concretar de manera definitiva. Hay un plus dentro del elenco con el pequeño papel que cumple Kiefer Sutherland, quien fue parte de ese primer grupo que apareció en la original. Ahora, su aparición en un rol secundario, no es más que un pequeño homenaje o guiño.

La fotografía es fría y sólida, siempre fiel al uso que le da el realizador danés a sus diferentes trabajos, pero sobre todo los que desarrolló para los pilotos de las series televisivas Mr. Robot y Under the Dome. Sin embargo, el film no termina por presentar alguna propuesta realmente interesante a nivel visual. Utiliza los elementos básicos del cine de terror para generar el suspenso en ciertas secuencias, pero sin llegar a generar altos picos de tensión. Lo mismo sucede con el sonido, por lo que muchas escenas se vuelven obvias, perdiendo así el «efecto sorpresa».

Una segunda oportunidad para una idea muy interesante, pero que nuevamente parece quedarse a mitad de camino. Si bien se disfruta y entretiene, con su mezcolanza de ciencia ficción, terror psicológico y suspenso, deja una sensación de huecos y una débil definición de la trama.

estrella3

 

 

 

 

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