Crítica de Los Olvidados

Un grupo de jóvenes parte hacia las ruinas de Epecuén para filmar un documental, sobre los fatídicos acontecimientos que la borraron del mapa. Lo que no saben es que allí los esperan una serie de terribles personajes, que les demostrarán que hay cosas peores que la muerte.

The Epecuén Chainsaw Massacre

Después de incursionar en el giallo con Sonno Profondo y Francesca, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti hincan el diente en el slasher con Los Olvidados, película que antes de llegar a los cines comerciales viene de una buena recorrida por festivales, con premio en Sitges incluido. Y es fácil ver porqué, al menos durante una importante porción del metraje.

Jugando con un absoluto conocimiento de las reglas del género, el film tiene una doble apertura. La primera demuestra el costado aterrador de la historia, un ataque que antecede la presentación de los protagonistas y que nos prepara para el tipo de producción ante la que estamos –también da cuenta del uso que se hará del fuera de campo, que se mantendrá como una constante-. Posteriormente se nos introduce al equipo de futuras víctimas, con un nivel de confianza que entusiasma y con un chiste excelente, de una ejecución impecable. Son seis, tres hombres y tres mujeres, cuyos diálogos casuales nos permiten adentrarnos en la dinámica del grupo y el rol que desempeñará cada uno. Eso mientras nos sumergimos en el mejor personaje de la película, la devastada Villa Epecuén.

La dupla de directores filma al pueblo con verdadera pericia, con una importante cantidad de planos aéreos que resaltan el caos perfecto en el que fuimos depositados. Arrasado por la crecida del lago en 1985, por años estuvo bajo agua. Y ahora que esta se fue, nos encontramos con una zona en ruinas pero que todavía mantiene su estructura, de calles repletas de escombros pero como si mantuvieran un criterio estético. Hay una enorme belleza en esa destrucción total y los cineastas hacen una labor notable para transmitirla al espectador, gracias a una fotografía de Facundo Nuble que le saca el jugo a semejante locación «natural».

Pero hay un slasher dentro de esta carta de amor al paraje del partido de Adolfo Alsina y ahí es que se empiezan a notar dificultades, que ofrecen un fuerte contraste al delicado armado previo. Bebiendo de The Texas Chainsaw Massacre –y alineándose con títulos como The Hills Have Eyes o House of 1000 Corpses-, da rienda suelta a los pocos habitantes de la zona para que ejecuten su castigo contra los jóvenes incautos, que de golpe se encuentran en tierra pesadillesca. Una locación cinematográfica inigualable se convierte en escenario opresivo y repleto de peligro, terreno de juegos para los renegados del diablo. Se juega bajo ciertos lineamientos familiares, como el look satánico con cráneos vacunos, propio de un paraje infernal estandarizado, y así pareciera sacrificar esa identidad propia que con tanta confianza construía.

Esa recreación detallada pierde a la hora de mostrar ataques apresurados que resultan en muertes intrascendentes, o en acciones absolutamente carentes de lógica –inexplicable lo que hace el personaje de Gustavo Garzón-. Hay bajo presupuesto que se sortea con pericia, pero se hace notar y eso resiente al todo, aun cuando no se contenga en los golpes y pueda mostrarse brutal. Pero es otro firme exponente en la filmografía de los hermanos y otra demostración de la capacidad de hacer cine de género a nivel local, con más recursos creativos que económicos.

estrella3

 

 

 

 

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