Crítica de Truth or Dare / Verdad o Reto

Este thriller sobrenatural sigue un inofensivo juego de “Verdad o Reto” entre amigos, que pronto se vuelve algo mortal cuando alguien, o algo, empieza a castigar a aquellos que dicen una mentira o se rehúsan a cumplir el reto.

Blumhouse encontró un nicho hace cerca de una década y desde entonces lo explota con éxito absoluto. Mientras los estudios se devanan los sesos para conseguir la próxima franquicia multimillonaria o definir qué clásico del pasado se puede relanzar para el público millenial, la gente de Jason Blum produce cine de terror de calidad y de muy bajo presupuesto, que genera cuantiosas ganancias en la taquilla mundial. Son contados los casos en los que un proyecto de la compañía no ha recuperado y multiplicado sus costos, así como también son pocos los títulos con su sello que se estrenan en nuestras salas y son decididamente pobres. Truth or Dare es uno de estos últimos.

Jeff Wadlow no es un director que haya tenido grandes aciertos en su filmografía, pero parecía encaminado hacia proyectos de más alto perfil. Tras Kick-Ass 2, con la que se cargó la posibilidad de seguir la saga, estaba en línea para ocuparse de X-Force, The Hitman’s Bodyguard y la nueva de He-Man, sin embargo terminó con una comedia de acción con Kevin James en Netflix y con esta inepta propuesta de terror, una fallida mezcla entre Final Destination e It Follows cuyos avances arruinaban la mayor parte de la experiencia –pocas veces vi trailers con tantos spoilers-.

Un grupo de amigos viaja a México para el famoso Spring break –las vacaciones de primavera-, en la última noche juegan a Verdad/Consecuencia en un convento abandonado y se traen de regreso una maldición. El juego es real y uno a uno comprueban que el castigo es la muerte si no dicen la verdad, cumplen el reto o eligen ignorarlo. Lo que sigue, entonces, es una serie de situaciones torpemente establecidas en las que el juego obligará a los participantes a llegar a sus propios límites. Límites que se conocen con bastante certeza, dado que cada uno de los personajes, de un bonito elenco diverso, adelantó en algún momento y con mucha claridad aquello que los condenará.

El guión, de Jillian Jacobs, Michael Reisz, Christopher Roach (Non-Stop) y el realizador, poco hace para aportar algún elemento de distinción a un proyecto plagado de lugares comunes y de un fastidioso melodrama juvenil, que no hace más que reforzar el tedio al que se somete a la audiencia. También es absolutamente arbitrario, con reglas aleatorias y carentes de sentido que se van sumando conforme la proyección progresa. Hay secuencias pretendidamente aterradoras que generan alguna risa involuntaria, cortesía de un realizador que resulta incapaz de construir una atmósfera, de una narrativa que salta de un desafío al otro sin provocar real interés y de un elenco acartonado en los roles que les tocan, papeles estereotipados que dan la sensación de que este proyecto se escribió varios años atrás. ¿La verdad? Es una mala película, sin dudas de lo peor de Blumhouse. ¿El reto? Soportarla hasta el final.

estrella15

 

 

 

 

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