Crítica de Jang-san-beom / Mimic: No Sigas las Voces

Cuenta la historia de una misteriosa criatura conocida como el Tigre Jangsan que vive en la montaña y pueda copiar los sonidos humanos para atraerlos y devorarlos.

Como todos los años, comienzan a llegar los estrenos de la cinematografía coreana que generalmente suelen dejar un muy buen gusto en el paladar del espectador nacional. La explotación del género de terror o el thriller han sido una constante en la distribución de la nueva ola del cine de dicho país –Train To Busan (2017), The Wailing (2017), el director Park Chan Wook, entre otros- , y esta no es la excepción, ya que con The Mimic volvemos a tener otra muestra de aquello que distingue a dicha industria. El presente film, escrito y dirigido por Jung Huh, quizás no esté entre lo mejor o más original que hemos visto, sin embargo seguramente sea el más atinado para responder dos preguntas: ¿Por qué nos atrae tanto el cine de allá? ¿Qué es aquello que no solemos ver en otro tipo de producciones?

El relato inspira su trama principal en la leyenda urbana del tigre Jangsan, un demonio capaz de imitar sonidos para así atraer personas y engullirlas. Este es el marco en el cual se desarrolla el conflicto principal bajo la audaz dirección del arriba mencionado que, aunque no exenta de los golpes de efectos tan clásicos del género, logra tomarse varias licencias para hacer de este problema algo más profundo y maximizado gracias a las distintas relaciones entre los personajes, a sus conflictos internos.

He aquí -en opinión de este servidor- la razón por la que el cine coreano nos resulta tan seductor, tan prometedor y fiel cumplidor de aquello que postula, ya que nos encontramos con protagonistas que sufren, que no quieren estar allí, que cumplen una misión solo para darse cuenta que saldrán aún más lastimados. La protagonista Hee-yeon tiene una razón para realizar lo que hace, el acentuado foco que Jung Huh hace en su tratamiento lleva a creer que si el conflicto paranormal no existiese, tranquilamente el relato podría fundarse sobre la intolerable carga que arrastra.

Pero el foco no queda solo en ella, se mueve hacia los distintos personajes partícipes de una tragedia en donde solo se puede empeorar. Explícita muestra de esto es un clímax capaz de dar una vuelta más para explotar todo el padecimiento de Hee-yeon. El cineasta hace una gran labor para crear un ambiente paranoico y revuelto, en donde aún con todo ocurriendo en el exterior, nunca deja de existir un lugar tan perturbador como lo es la mente.

The Mimic, de gran factura visual y a ritmo que mezcla pausa con brutalidad, probablemente falle en algo tan importante como la verosimilitud, en detalles nimios pero que aún así no dejan de sacar del relato al espectador. Aún más en la resolución, cuando pareciera que sucesos jamás tomados en cuenta vienen a contribuir al desenlace.

De esta manera es como el cine coreano sigue cautivando al público y conformando una cada vez más creciente masa de admiradores. No hay lugar para héroes. Ya sea personas comunes o antihéroes, cada uno carga con aquello que le toca y acciona en virtud de lo que cree y conoce. En el cine coreano parece haber menos lugar para el relato clásico cinematográfico y más lugar para la tragedia.

estrella35

 

 

 

 

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