Crítica de Cargo

Andy es un padre infectado con un mortal virus en la última etapa de una pandemia zombie. Varado en la Australia rural, tiene 48 horas desesperadas para encontrar a un nuevo guardián para su hija pequeña y los medios para protegerla de su propia naturaleza cambiante.

Cargo

Expandir un corto a largometraje no es tarea fácil. Pocas películas lo han logrado efectivamente, y mucho menos dentro del género del horror, donde la más reciente en salir airosa del intento fue Lights Out, de David F. Sandberg, quien vio su labor expandida con sugerentes resultados y le ha generado una carrera dentro del estudio Warner Bros., donde primero dirigió la superior secuela Annabelle: Creation y ahora va por el cine de superhéroes con Shazam! ¿A qué vamos con todo esto? Es que la dupla australiana Ben Howling y Yolanda Ramke comenzaron su viaje con el corto Cargo en 2013, y ahora cuenta con 14.5 millones de reproducciones y un film hecho y derecho en Neftlix. Con el mismo título que su predecesor, Cargo es más un drama post-apocalíptico que una entrega del subgénero zombie, que cuando puede le escapa a las reglas de juego y cuando no se apoya en el sublime protagónico de Martin Freeman para salir adelante.

Imaginemos una Australia azotada por una plaga zombie. No existe una explicación obvia, sino que el mundo se acabó y sobrevivir es prioridad máxima. Andy, su mujer y su pequeña Rosie viajan sobre un bote que se va quedando escaso de raciones y deben regresar a la civilización para reabastecerse. Una situación llevará a la otra y pronto la familia quedará trunca, con una espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza del patriarca: en 48 horas ya no será él mismo, y tiene que encontrar una manera de proteger a su niña a como de lugar. Este disparador es una gran idea para generar ansiedad en el espectador, hay una situación límite de por medio y el tiempo vuela. El preámbulo a este evento permite darle dimensión dramática a Freeman, un actor que ya ha demostrado todas sus dotes para transmitir con una mirada o un simple gesto lo que le sucede a su personaje. El resto es el arduo viaje a través del paisaje desértico australiano para resguardar el futuro de su familia.

Cargo

Si algo hacen bien Howling y Yorke, desde la dirección y el guión, es dotar a su proyecto de identidad propia. Los escenarios naturales son una belleza, dignos de admiración en toda su inmensidad y poderío. Son, también, una amenaza latente que se suma a los no-muertos que pululan rebosando pus y escondiendo sus cabezas en orificios en el suelo para protegerse, detalles que aportan una distinción particular sobre otros compañeros del género. El costado aborigen local también dota a Cargo de un misticismo característico, representado por la pequeña aguerrida Thoomi -de la debutante Simone Landers– al entrar en contacto con el protagonista y formar así una adorable alianza de supervivencia. El tema incipiente del amor paternal en tiempos de sobrevivir es el precepto originador de todo el proyecto, y en ningún momento se pone en duda gracias a la incomparable labor de Freeman.

Pero Cargo no está exenta de falencias. A pesar de sus virtudes, la expansión de corto a largo exige exponer al protagonista a ciertos peligros y otros personajes secundarios adicionales, y es en esos momentos donde el film entra en ciertas mesetas que se sienten insertadas pura y exclusivamente para extender la duración de la misma. Hay secundarios que ayudan y otros que son piedras en el destino final de Andy, y el resultado es tristemente irregular, desbalanceado. Es la maldición de la que no le puede escapar al extender su metraje, pero aún así logra salirse con la suya al dedicarle todo su esfuerzo al peso dramático de la historia, y esas son las instancias en donde esta fábula australiana post-apocalíptica sobresale con brillo propio.

estrella3

 

 

 

 

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