Crítica de Mission: Impossible – Fallout

Las mejores intenciones a veces vuelven para acecharte. Este film encontrará a Ethan Hunt y su equipo IMF (Fuerza de Misión Imposible), junto a algunos aliados familiares, en una carrera contra el tiempo después de que una misión sale mal.

Mission Impossible Fallout

No hay otra franquicia que haya logrado lo que consiguió Mission: Impossible, que lejos del agotamiento se renueva con cada entrega y mantiene su calidad en alto. Creo que el hecho de no repetir directores ha ayudado a que la saga siguiera fresca y despierta, con la impronta propia de cada realizador en proyectos más y más impactantes -hasta la que considero la más floja de las seis, M:I 2, tiene grandes méritos-. Ethan Hunt y compañía se las han arreglado para ofrecer espectáculos vistosos repletos de acción e intriga, dándole forma a una franquicia de autor que está en la cima de lo que el cine de género tiene para ofrecer. Y Mission: Impossible – Fallout viene a dar continuidad en la tendencia y cambio en la fórmula, consolidándose como la mejor de las seis.

Cambia al no cambiar. Es la primera de la saga que trae de vuelta a un director, en este caso Christopher McQuarrie. Y esa continuidad se mantiene no solo en términos de su resultado final, sino también en lo que es su argumento. El Sindicato, ese anti IMF que se anticipaba en el final de Ghost Protocol y que es el centro de Rogue Nation, vuelve a estar en el foco de la historia. Sean Harris había ofrecido un villano poco memorable en lo individual –no hay antagonista que se compare con el Owen Davian de Philip Seymouf Hoffman-, pero suponía la cara visible de una organización paralela secreta, con las herramientas como para trastornar al orden mundial y destruir a Ethan Hunt y los suyos en el proceso. Aquí vuelve a emerger de las sombras y su regreso no podría estar más justificado. En una película que se decide también a hacerle justicia al protagonista en el ámbito personal, no hay mejor antagonista posible que un viejo conocido empecinado en arruinarle la vida.

McQuarrie se ha vuelto el mejor director de Tom Cruise. Si, los trabajos a las órdenes de Steven Spielberg y Tony Scott son icónicos, pero el otro le ha brindado un trío de films notables empezando con Jack Reacher y luego con estas dos adiciones a la saga –también escribió Edge of Tomorrow, aunque pierde puntos por Valkyrie y The Mummy-. El realizador había optado por volver a un terreno de mayor clasicismo con Rogue Nation que le sentó muy bien a la saga, el cual termina de explotar en esta sexta película. Una que abraza el legado y lo eleva a nuevas alturas. Los primeros minutos son una obra de arte que homenajea a lo hecho por Brian De Palma y que fija la vara bien arriba para las más de dos horas que quedan, sin embargo no deja de superarse con honores.

Mission Impossible Fallout

Aún con otras cinco entregas a cuestas, Mission: Impossible – Fallout se las arregla para mantener la tensión en todo momento y al espectador al borde del asiento, con situaciones límite y sorprendentes vueltas de tuerca. Es difícil elegir cuál es la mejor escena dado que estamos frente a un compendio de secuencias alucinantes. Tom Cruise hizo un salto HALO de verdad para lograr lo que pasará a la historia del cine como su mejor escena de paracaidismo. El duelo en el baño, en el que Henry Cavill literalmente recarga sus puños, tiene una contundencia brutal acentuada por la falta de música, solo acompasado por el sonido de cada golpe certero. La persecución en moto o helicóptero dan cuenta del pulso perfecto del cineasta a la hora de filmar ese tipo de acción, con emociones a flor de piel y una inyección de adrenalina constante.

Ni hablar de que todas estas secuencias y la tensión que se genera en ellas están atadas a la construcción de Ethan Hunt como personaje. Es gracias a su exploración personal que logra tocar cada fibra del público. No es acción insensata o una secuencia alocada por el mero hecho de superar lo que se hizo antes. Cada escena tiene su basamento en lo que el protagonista está dispuesto o no a hacer para salvar al mundo, pero también a los suyos. Y es en ese entendimiento donde McQuarrie encuentra oro, con apuestas que realmente están elevadas y gracias a las cuales puede sostener la presión hasta el final.

También es la única vez en la que se puede repetir al núcleo duro del equipo, con Benji (Simon Pegg) y Luther (Ving Rhames) de regreso para secundar a Ethan, mientras que la gran destacada de Rogue Nation que es Ilsa Faust (Rebecca Ferguson) tiene otra vez la chance de brillar –como ya se mencionó previamente, Solomon Lane es otro que vuelve para proseguir su plan nefasto-. A eso se suma un firme Cavill con su polémico bigote, aportando el contrapunto más brutalmente pragmático, y una deliciosamente traviesa Vanessa Kirby. Ni hablar de la espectacularidad de los escenarios en los que se filma y lo fastuoso del diseño de producción. Es por lejos la más cara de las películas de la saga y se nota, con cada dólar bien invertido.

Y en el centro de todo está Tom Cruise, con el que seguramente sea el mejor personaje de su gran carrera. Uno que vuelve a probarle al mundo su condición de superestrella, algo que se puso en duda en los últimos años con algunos de los proyectos que eligió. Un papel por el cual es capaz de hacer las acrobacias más arriesgadas sin uso de dobles. Uno por el que se rompe un tobillo en cámara y sigue rodando para no arruinar la escena –y es parte de la película-. Ese compromiso físico se evidencia. Y así Mission: Impossible – Fallout es el gran thriller de acción del año y uno de los mejores títulos del género del último tiempo.

estrella5

 

 

 

 

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