Crítica de Johnny English Strikes Back

Cuando un ciber-ataque revela la identidad de todos los agentes encubiertos en Gran Bretaña, Johnny English es la última esperanza del Servicio Secreto. Llamado a volver de su retiro, él se lanza a la acción con la misión de descubrir a la mente maestra detrás del hackeo.

Johnny English Strikes Back

Johnny English 3.0 anticipa un aire de renovación que no propone el título original, Johnny English Strikes Back. Ese habla de continuidad, con un nuevo ataque del agente secreto que triunfa más allá de sus torpezas, y en ese sentido esta nueva entrega propone más de lo mismo. Ninguna de estas parodias de James Bond ha sido una joya, pero es el talento de Rowan Atkinson lo que las ha hecho andar. Quizás el humor se perciba como reciclado, pero ese maestro de la comedia física tiene las condiciones para lograr que funcionen más chistes de los que deberían.

Esta suerte de Mr. Bean devenido en espía internacional está en el retiro y trabaja en una prestigiosa escuela primaria británica, donde en vez de dar las correspondientes clases de Geografía prepara a sus pequeños alumnos en el arte del espionaje. Pero cuando el Gobierno inglés es víctima de una serie de ataques cibernéticos que exponen a todos sus agentes en activo, es momento de reclutar nuevamente sus servicios. Y él mismo se ocupa, como siempre por error, de convertirse en la única esperanza de los mandatarios. Otra vez acompañado por Bough –Ben Miller, que se encarga de demostrar que fue un error no convocarlo para la segunda parte-, se embarca en una misión por desenmascarar al villano detrás de esta ola de hackeos.

Johnny English Strikes Back

Es el vínculo entre el agente y su asistente lo que prueba ser el corazón de la película, con el segundo más capacitado y actualizado que lo que el obtuso protagonista es capaz de reconocer. La historia propuesta por William Davies (How to Train your Dragon) es básica a más no poder y hay una buena cantidad de chistes anunciados que no dibujan una sonrisa, pero Atkinson sale adelante a pura actitud y entrega algunos pasajes sólidos. Sin ser una maravilla, es mejor que Johnny English Returns (2011) y eso ya le suma un punto de distinción.

El compromiso con la parodia del 007 es total. Está Olga Kurylenko, ex chica Bond en la olvidable Quantum of Solace, en un papel de femme fatale de motivaciones poco claras por no decir confusas. El villano de turno es tradicional en el mal sentido, un Mark Zuckerberg cuyas intenciones se ven venir a un kilómetro de distancia, excepto para el Gobierno representado por esa gigante que es Emma Thompson, que la pasa bien y se nota. Está el choque entre lo digital y analógico, la modernidad contra la vieja guardia –que el guion se encarga de resaltar en todo momento- y eso le sienta bien al cómico, que trae todo su arsenal de humor clásico a una película que con otro protagonista y en el 2018 se percibiría rancia.

Hay un diseño de producción de primera línea, lo que hace que todo se vea mejor de lo que es y que en ningún momento se perciba como pobre. Es que Johnny tiene los valores y cualidades de James, el problema es que su torpeza se mete en medio de lo que debería salir bien. Ese único chiste recurrente les alcanzó para que se hagan tres películas sobre el personaje, lanzadas en un lapso de 15 años. Suficiente como para que el público se renueve, pero no para que lo haga Johnny English.

estrella25

 

 

 

 

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