Crítica de Venom

Uno de los personajes más enigmáticos, complejos y violentos de Marvel llega a la gran pantalla interpretado por Tom Hardy, actor nominado a un Premio de la Academia, como el mortífero protector Venom.

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Siempre está el que piensa en cómo va a definir antes de haber parado la pelota y que solo frente al arco se le termina escapando por debajo de los pies. Así es Sony Pictures con sus propiedades de Marvel, diagramando un universo cinematográfico de varias producciones sin siquiera tener una sola que justifique que dicho armado valdrá la pena. Venom viene a dar el puntapié inicial, incluye escena post-créditos que anticipa una secuela y hay media docena de proyectos relacionados en desarrollo, pero la película no hace pie y se siente con una década de retraso.

Tom Hardy es Eddie Brock, una estrella del periodismo de investigación que lo tiene todo, hasta que no tiene nada. Como le dice su editor antes de despedirlo, para ser un tipo tan inteligente es bastante estúpido, porque el error que el guion lo lleva a cometer es uno en el que ningún experimentado periodista podría incurrir. Por el bien de la historia se lo vamos a creer, porque la película lo necesita de rodillas. Sin futura esposa, sin trabajo, sin departamento, sin credibilidad; un hombre exitoso devenido en perdedor es el huésped perfecto para Venom, un simbionte extraterrestre que se mete dentro del cuerpo y le otorga a uno habilidades jamás soñadas.

Dicha premisa abre las puertas para algo verdaderamente interesante, con dos personalidades diferentes conviviendo en un mismo cuerpo, un humano con su brújula moral bastante clara y un extraterrestre salvaje con apetito por las cabezas. No es un Bruce Banner / Hulk o un Dr. Jekyll / Mr. Hyde, dado que uno no deja paso al otro, sino que los dos coexisten en simultáneo. Brock es el chofer y Venom el pasajero o viceversa, pero los dos están en el vehículo y el ida y vuelta entre ambos es constante. Hay una idea de titiritero y marioneta, pero la película elige dejar eso exclusivamente para las escenas de acción, perdiéndose la posibilidad de hacer un buen desarrollo de personaje o de permitir a Hardy estirar sus músculos interpretativos con un rol dual que podría ponerlo a prueba. Su trabajo es aceptable pero nada memorable y se percibe como un desperdicio el hecho de no poder aprovechar sus cualidades dramáticas.

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Venom tiene un buen comienzo. Se instala la llegada de los alienígenas a la Tierra, a la figura del villano Carlton Drake y el poder de estos simbiontes, mientras que después se da paso a la idílica vida de Eddie y sus valores. Posteriormente hay un largo derrotero de fracaso personal hasta encontrarse con su otro yo, que se extiende más de la cuenta, y una vez que se hacen «uno» se precipita todo a las apuradas, cortesía de un guion mediocre y de importantes recortes en edición. El protagonista habló de 30 a 40 minutos de escenas que quedaron en el camino y eso se hace claro, cuando la duración original era de 140 minutos y el corte final marca 112.

El proceso de pasar de «Yo soy Venom» a «Somos Venom» debería ser el foco de interés, no obstante el director Ruben Fleischer (Zombieland, Gangster Squad) elige la ruta de una película de superhéroes de poco vuelo. El malo malísimo quiere de vuelta a su simbionte y Venom quiere quedarse dentro de Eddie, con lo que todo el segundo acto es una larga persecución donde intervienen drones explosivos, secuaces reemplazables y policías sobrepasados por la situación. La acción es de manual, con un protagonista de extremidades elásticas que puede hacer lo que quiera, y la violencia está muy tamizada como para causar un verdadero impacto. Hay un protagonista que devora cabezas humanas y permanentemente está hambriento, pero se resuelve reducir la sangre a cero vaya uno a saber por qué. Quizás por el interés de hacerlo participar a futuro del Universo Cinematográfico de Marvel, pero eso sería planificar a muy largo plazo y eso a Sony no le ha funcionado en el pasado. La clave era hacer una buena película y Venom no lo es.

Riz Ahmed se pone en la piel de Carlton Drake, un Elon Musk villanesco que quiere salvar a la humanidad a cualquier costo. Absolutamente unidimensional, es maldad por la maldad pura y en nada mejora cuando se transforma en Riot, donde se termina de abrazar esa idea del villano como un opuesto más poderoso que el protagonista, el Abomination de Hulk. Hay demasiado elenco para la clase de película que es. Si los ejemplos de Hardy y Ahmed son claros, no hay uno más cristalino que el de Michelle Williams, en un papel que no le sienta y que la reduce a ser una acompañante, más allá de que puede tomar las armas cuando la situación lo amerite.

Venom ya era conocido para las audiencias gracias a Spider-Man 3, sobrepoblada de villanos y que no le brindó la oportunidad de brillar. Su film en solitario le ofrece una mejor carta de presentación, no obstante no es lo suficientemente buena como para interesar en su posterior desarrollo. La comunión entre Eddie y Venom es caprichosa, unilateral, acelerada, lo que pone de manifiesto que había una mejor película para hacer y sin embargo se eligió una ruta conocida, segura, carente de emociones o sobresaltos. Opta por llenarse de acción sin sentido, por falsa violencia, por un antagonista básico, por una historia de amor con punto final que se quiere reabrir… Esa dualidad inherente al personaje debería ser el núcleo de Venom, no un mero recurso humorístico.

estrella2

 

 

 

 

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