«Denzel, el talento imán»: Crítica de The Equalizer 2

Robert McCall ofrece una justicia inquebrantable para aquellos explotados y oprimidos… ¿pero hasta dónde llegará cuando se trata de alguien a quien ama?

The Equalizer 2

Denzel Washington asume por primera vez en su carrera la participación en una secuela, un reto que le había resultado esquivo en anteriores ocasiones. Cuatro años después de su aparición en The Equalizer (2014), el intérprete vuelve a establecer dupla creativa con Antoine Fuqua, por cuarta vez en su trayectoria, luego de Training Day (2001), The Magnificent Seven (2015) y la mencionada adaptación cinematográfica del héroe urbano televisivo Robert McCall.

El dos veces ganador del Oscar se pone nuevamente en la piel de un ex agente de la CIA que se toma la justicia por mano propia. Una mirada acerca de los límites de la ley que siempre genera polémicas, pero no es nuevo en el mundo del cine. Pensemos en casos emblemáticos como las sagas Dirty Harry (Don Siegel, 1971) o Death Wish (Michael Winner, 1974). O en ejemplares contemporáneos como Jack Reacher (2015) y su secuela, implacable en los zapatos de <strong>Tom Cruise. Más allá del aspecto moral y con las reservas del caso, este enfoque responde a una idiosincrasia meramente americana. Visto razonablemente como un entretenimiento cinematográfico, uno encuentra en The Equalizer 2 unas virtudes que modelan un tipo de cine de acción vintage, de ese que ya no se consume.

En tiempos donde el género luce plagado de superhéroes sin el más mínimo delineamiento sutil, se agradecen protagónicos con la carnadura que el personaje de Washington ofrece. Y la sutileza está presente en pequeños detalles: el bueno de Denzel es un ávido lector de literatura existencialista, es una figura paternal que aconseja a un joven de orígenes humildes, es un vecino modélico que vela por la comunidad, es un altruista que ayuda a un sobreviviente del holocausto y es un solidario chofer de UBER que se preocupa por llevar a destino a sus pasajeros. Y por si fuera poco, inquebrantable, ajusticia a los culpables que amenazan con la calma de la sociedad. Y si la victima de este círculo corrupto resulta ser su querida amiga (Melissa Leo), McCall actuará con aún más rabia, premura y precisión. La dulce venganza -se sabe- será terrible.

The Equalizer 2

Para la mediocridad que domina el panorama industrial de secuelas y remakes, se agradece la iniciativa que ofrece The Equalizer 2. Con una propuesta visual de estilo y la habitual osadía de Fuqua para echar mano a recursos del lenguaje, entrega un proyecto arriesgado en lo estético y fuera del habitual esquema de tres actos del género. La narrativa prefiere un prólogo dramático en donde la intimidad del personaje de Washington y las relaciones personales que establece dotan al film de una capa humana poco habitual. La escalada de acción que domina a la historia en su segunda mitad inclina la balanza, peca de un leve pretensionismo y agrega una pizca de ingenuidad: jamás vemos a nuestro héroe seriamente en peligro.

Si no fuera por el inmenso talento de Denzel Washington, nada distinto tendría que ofrecer este film a su antecesor. El mejor actor afroamericano de todos los tiempos se encuentra atravesando un momento profesional inmejorable. En tiempos donde el actor de taquilla ha quedado en el olvido, en épocas donde la salas las llenan superhéroes caricaturescos, Washington demuestra que forma parte de esa raza en extinción actoral capaz de cargar un film a sus espaldas. Él solo. Un actor que elige con cuidado sus proyectos, es difícil verle involucrado en un material que no sea de calidad. Luego de concretar roles dramáticos inolvidables a lo largo de los años ’80, ’90 y 2000, la última década ha encontrado a Washington virando su mirada hacia una zona más lúdica: el cine puro de acción, confirmándose como un eficaz y veterano héroe con quien uno fácilmente simpatiza, probado en films como Deja Vu (2006), The Taking of Pelham 123 (2009) e Unstoppable (2010), todos a las órdenes de Tony Scott.

El reciente nominado al Oscar por Fences (el tercer film que lo encontró tras de cámaras), confirma su gran presente actoral prolongando su eterno romance con Broadway: fue nominado al premio Tony por su interpretación en The Iceman Cometh, reversión de Eugene O’Neill. Sin embargo, en las antípodas de aquella hondura dramática, The Equalizer 2 provee a Denzel de un terreno en donde el actor se desenvuelve con la soltura, la naturalidad y el oficio que su descomunal talento respalda. Dotado de una presencia única en pantalla, su magnetismo está intacto y le alcanzan un par de parlamentos master class y gestos corporales marca registrada para pagar el valor de la entrada. A sus inoxidables 63, sigue dando cátedra.

estrella3

 

 

 

 

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