Crítica de Wildling / Criaturas nocturnas

Anna pasó su infancia cautiva en un ático, bajo la supervisión de un hombre al que llamaba papá. Aunque la sheriff del pueblo la encuentra y la rescata, ella sigue sufriendo unas pesadillas espeluznantes en las que ve a unos seres que devoran niños.

Wildling

Wildling es la enésima cruza entre pubertad y licantropía. El cine fantástico tiende a llevar a los extremos un cambio hormonal tan importante en el ser humano para demostrar el tortuoso camino que suele significar para hombres y mujeres, y de esa exploración suelen florecer excelentes exponentes del género como lo es la maravillosa Ginger Snaps. El debut cinematográfico de Fritz Böhm es una gran carta de presentación al mundo cinéfilo, que demuestra un gran ojo para la fantasía, pero su primogénito de celuloide es víctima de decisiones arbitrarias del guión que debilitan lo que podría haber sido un proyecto mucho más potable.

Más coming of age de fantasía que una película de terror hecha y derecha, Wildling tiene en su epicentro a la joven Anna -la ascendente Bel Powley, que derrocha expresividad a través de esos gigantes ojos azules que tiene- quien vivió toda su vida encerrada en su hogar, bajo los cuidados de un hombre al que llama cariñosamente Daddy -el siempre bienvenido Brad Dourif-. Imposibilitada de conocer el mundo exterior bajo pena de caer víctima de las criaturas nocturnas del título en castellano, Anna eventualmente es rescatada por una amable sheriff local –Liv Tyler, volviendo al género luego de su paso por mi querida The Strangers– quien la pone en contacto con la civilización que la joven nunca conoció. El mayor encanto de Wildling son estos primeros momentos donde, obviando la más que evidente naturaleza salvaje de Anna, Powley le insufla una fascinante curiosidad por el mundo nuevo. La relación madre-hija que nace entre las mujeres es encantadora, y la pasividad natural de Tyler a la hora de aproximarse a la joven dice mucho más con gestos que con palabras. Eventualmente, las ansias de naturaleza de Anna se sobreponen a encajar con esta sociedad que le fue presentada recientemente, y sus instintos más primitivos salen a flote.

Wildling

El gran problema de Wildling radica en la manera que encamina su relato. El guión del mismo Böhm junto a Florian Eder favorece a los aspectos visuales del film, lo que deja a la narrativa huérfana de sentido común. Cuando los cambios de Anna ya resultan insoslayables y empiece una cacería humana, la acción domina la pantalla y vuelve a la historia una más del montón. Los personajes empiezan a actuar de manera intempestiva y sin lógica alguna. Sin ir más lejos, la relación íntima entre Anna y Ray, el hermano menor de la sheriff –Collin Kelly-Sordelet– parece salida de la nada y se dirige hacia un conflicto demasiado previsible. Toda la construcción de una buena fábula urbana se cae a pedazos con una edición fortuita y rauda, que busca esconder las limitaciones de una producción dedicada completamente a escenarios visuales impactantes, que salvan a la película de caer en la oscuridad absoluta. Böhm es un director visual a tener en cuenta para el futuro, pero que necesita fortalecer sus dotes de narrador para que sus próximos proyectos cobren vuelo y no se queden en buenas intenciones como el presente. Wildling es una nueva alegoría fantástica cuyas piezas se encuentran mal encastradas; de haber reordenado su rompecabezas de mejor manera, el resultado hubiese sido superior al presente.

estrella25

 

 

 

 

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