Crítica de Widows / Viudas

Ambientada en una Chicago contemporánea, en tiempos de crisis, Veronica, Alice, Linda y Belle toman el destino en sus propias manos y conspiran para forjar un futuro según sus propios términos, al decidir llevar adelante la inconclusa actividad criminal de sus esposos fallecidos.

Widows, Viudas, Steve McQueen

Esta no es la película de Marcos Carnevale del mismo nombre. No hay Graciela Borges ni Valeria Bertucelli. No hay Martín Bossi en plan empleada doméstica. Acá hay Viola Davis, Michelle Rodriguez y Carrie Coon, Liam Neeson, Colin Farrell y Robert Duvall. Los créditos dicen que esta es una película de Steve McQueen. Ahora, a esta altura del partido: ¿Qué es una película de Steve McQueen?

Después de la irritante 12 Years A Slave, McQueen vuelve con una película que también lo es, y recuerda que un elenco increíble no hace a una película increíble.

La premisa es sencilla: un grupo de criminales muere en un atraco y sus viudas tienen que encargarse de realizar lo que iba a ser el próximo golpe de la banda, para poder asegurarse un futuro económico más o menos digno. La primera secuencia, con montaje alterno incluido, no está mal. Abre el juego a interesarse por lo que viene; una pareja en su rutina, una banda de ladrones en su rutina. Es a la hora de empezar a desandar el sendero que la cosa se pone fea.

Widows, Viudas, Steve McQueen

Widows pertenece a ese tipo de films que terminan siendo rehenes de los caprichos horrendos de sus directores. En este caso hay una decisión de llevar a la película por un camino tonal que no le queda. Navega entre el thriller, el drama y la heist movie sin salir airosa en ninguna. Uno no puede evitar pensar que si abrazara la comedia en serio, la película funcionaría muchísimo mejor. Es más, solo si reemplazáramos el score de Hans Zimmer -en versión «vine por el cheque»- por algo más juguetón y cercano a los sonidos de Theodore Shapiro, ya estaríamos hablando de otra película.

Es imposible no reírse cada vez que Viola Davis aparece en escena cargando un perro -es decir el 75% de la película-, o cuando el personaje de Michelle Rodriguez exterioriza su duelo en un sillón. Hay algo subyugado en el guion, que invita todo el tiempo a que la película sea lúdica. Una cuestión que quizá haya pesado en algún momento de la génesis del proyecto, pero que McQueen y Gillian Flynn, co-escritora, parecen haber desterrado. En cambio, la visten de película trascendente e importante. McQueen la ornamenta intentando construir un mundo femenino que sólo intenta mostrarlas diferentes por contraste, e introduce subtramas políticas y sociales que terminan cayendo por una tangente que poco importa.

Inclusive, la construcción del dúo antagónico es fallida; cada aparición de la violencia es una repetición de una situación ya mostrada en la aparición anterior. La posición en la que se encuentra el personaje de Daniel Kaluuya lo acerca a la caricaturización e intrascendencia de los villanos de gran parte de las películas de superhéroes. El inescrupuloso Jamal Manning> que encarna el gran Brian Tyree Henry sale mejor parado, pero su involucramiento es periférico y esporádico.

Si tenemos en cuenta sus últimas dos películas y dejamos afuera las atendibles Shame y Hunger, estamos ante un cine al que le preocupa más la demostración del virtuosismo visual de su director y la agenda que escriben los miembros de la Academia, que la hermosa labor de contar una historia. Por ahora, eso es una película de Steve McQueen. Y es una lástima.

estrella2

 

 

 

 

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