Crítica de Colette: Liberación y Deseo

Una chica de campo poco convencional, Sidonie-Gabrielle Colette, se casa con un egocéntrico y carismático hombre de letras 14 años mayor que ella. Bajo los auspicios de su marido, ella se introduce en el fecundo mundo artístico de las mujeres en París, que da lugar al despertar de su apetito creativo.

Colette, Keira Knightley

En una época tan importante en materia de cambios sociales que traen aparejado el empoderamiento femenino y el movimiento #MeToo, es preciso recordar que, a lo largo de la historia, hubo varias pioneras versadas en el tema, y ninguna como Sidonie-Gabrielle Colette, más conocida como Colette, una singular mujer que tomó a París por sorpresa en los albores del siglo XX. Con ecos de Big Eyes y la reciente The Wife, Colette trae a colación la historia de una mujer imparable que se cansó de vivir bajo la sombra patriarcal y enfrentó a una sociedad mojigata con la frente en alto.

La película de Wash Westmoreland (Still Alice) tiene al frente a una feroz Keira Knightley, que interpreta con una presencia comandante a la jovial artista a lo largo de los años, desde su vida campechana hasta su desembarco en la Ciudad de las Luces luego de contraer matrimonio con el notorio autor Willy (Dominic West). Es, a simple vista, una película más de época a la cual Knightley nos tiene acostumbrados hace rato, pero conforme avance la trama se va transformando en una exploración de la sexualidad, la identidad y los roles sociales totalmente absorbente. Hay un ambiente lúdico al presentar el conflicto de la historia, la escritura de una saga de novelas totalmente populares cuya autora nunca podía vanagloriarse de los laureles cosechados por ser una escritora fantasma, pero la relación casi cómplice entre Colette y Willy sobrevive a dicha situación tirante, por más infidelidades que hayan sucedido casi de público conocimiento por todas las calles de la ciudad.

Colette, Keira Knightley

Cuando uno piensa que el guion de Westmoreland, su fallecido compañero Richard Glatzer y Rebecca Lenkiewicz va a ir por derroteros usuales, siempre hay una sorpresa en el camino que aviva las llamas y presenta a París como un campo de batalla sensual y sexual, donde el matrimonio se prestaba a hacer de las suyas bajo el atento escrutinio de todos. Colette vive a través del espíritu rebelde de la autora, una figura histórica compleja y rica, tanto en el terreno artístico como en el personal. Pero, como en toda biografía, la película no termina de poder abarcar cada detalle de todos los millones de acontecimientos en la vida de Gabrielle y opta por seguir un camino de greatest hits, pinceladas que la definen pero que no terminan de hacerle honor a la prolífica vida de la artista.

La dupla de Knightley y West puede parecer que no es la ideal para llevar a buen puerto esta relación, pero en la pantalla ambos inundan de seducción y perversidad este truculento matrimonio que provoca interés morboso e intriga a partes iguales. Claramente Gabrielle no era completamente dominada ni mucho menos, ni tampoco Willy era un monstruo mujeriego deplorable. Ambos tenían sus defectos y virtudes, y su extensa relación dio paso a que ambos explorasen más allá de la institución del matrimonio. Hay complejidad en ambas interpretaciones, y ambos actores sorprendes para bien, Keira desencorsetándose de anteriores actuaciones, y West interpretando a otro escritor difícil (imposible separarlo del tremendo Noah Solloway que compone en la serie The Affair).

Si tengo que objetarle algo a Colette, es una de las mismas cosas que sucedió hace poco con Loving Pablo: si bien los personajes y la acción ocurre en Francia y todos los involucrados son franceses, los diálogos se conducen en perfecto inglés. Nunca no es más notorio este detalle que cuando Gabrielle comienza a escribir y se narra a sí misma su escritura, y el espectador puede ver que la prosa es de un delicado francés. No es tan obvio e hiriente como en la biografía de Pablo Escobar, pero es un detalle que sin duda ayudó a la película a comercializarse mejor en el mundo. Con una fotografía y vestuario exquisitos, y una temática actual y necesaria para los tiempos que corren, Colette es una temeraria biografía con un excelente elenco y, sobre todo, una historia que contar y un personaje histórico que reivindicar.

estrella35

 

 

 

 

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