Crítica de Aquaman

Esta revela la historia de origen de Arthur Curry, mitad humano y mitad atlantiano, y lo lleva en la travesía de su vida… una que no solo lo forzará a enfrentar quién es realmente, pero también a descubrir si es merecedor de ser aquello para lo que nació: un rey.

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In Wan we trust.

Había quienes tenían dudas sobre el resultado de Aquaman. Con un nulo desarrollo en Justice League, era cuestión de su película en solitario volver genial a un personaje que fue, por mucho tiempo, el blanco de las burlas. Y no ayudó el hecho de que la que debía ser su presentación con gloria se convirtiera en sinónimo de todo lo que había fallado dentro del Universo Cinematográfico de DC Cómics, con lo que tenía el peso adicional de corregir el curso o hundirse junto a los otros. Pero había que tener fe en James Wan. Desde hace tiempo digo que el realizador convierte en oro todo lo que toca…

No soy ningún visionario tampoco. Hizo Saw y lanzó una exitosa franquicia con siete secuelas, con la inteligencia suficiente como para no dirigir ninguna de ellas pero sí embolsarse las ganancias. Hizo Insidious y también abrió una saga con otras tres continuaciones, en tanto que con The Conjuring dio pie a un universo cinematográfico de terror que recauda cientos de millones a nivel mundial y parece no tener fin. A ver, el hombre pudo sacar adelante Furious 7, dándole un emotivo cierre a una etapa de una franquicia de acción multimillonaria y sorteando la muerte de uno de sus protagonistas. ¿Cómo tener dudas respecto a Aquaman? Quizás estas provenían desde el lado propio del superhéroe, sin considerar al hombre que lo iba a llevar a la pantalla grande. Es que, a esta altura del partido, James Wan se ha ganado el mérito de una confianza total en su talento.

Aquaman es distintas cosas. Principalmente es una historia de origen del personaje, narrada a partir de diferentes instancias de su vida e incluso antes de ella. Hay una historia de amor imposible que lo antecede, una infancia de descubrimiento de las habilidades, una adolescencia de entrenamiento y perfeccionamiento de ellas, una madurez de rechazo al camino impuesto y de intención de forjar uno propio. La ruta es tradicional pero no la forma en que se la transita, son instancias que se revisitan en recuerdos presentes del protagonista, quien hoy está inmerso en otra etapa de su vida, una que ya se anticipaba en el crossover de la Liga de la Justicia. Hay un desinterés por el destino real que le toca, no así por su condición de protector de la Tierra a la que abraza como metahumano. Y ese proceso de conjugar lo que es con lo que debe ser, el héroe de los humanos con el rey de los atlantianos, se propone como una aventura de acción enfrascada en una búsqueda del tesoro, con el Tridente del Rey Atlan como el McGuffin que mueve al personaje.

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La película de James Wan viene a confirmar un cambio de rumbo en el Universo DC, uno que se aleja de la melancolía y de la oscuridad engañosa propuesta por Zack Snyder. Colores apagados y falta de luz son solo ilusiones frente a Martha, con lo que se sigue la ruta que abrió Wonder Woman. Ahora se emplea una amplia paleta de color que explota en la pantalla, mientras que se ilumina todo para disfrutar las maravillas que se proponen, no solo en Atlantis –como una Wakanda subacuática de puro espectáculo visual- sino también en suelo firme, como bien demuestra el traslado de la acción a Sicilia, Italia, en donde Wan se pone creativo con sus secuencias y filma los combates a todo esplendor. Quizás haya quienes vean con malos ojos el hecho de que se inyecte algo de la fórmula de Marvel en lo que debería ser el universo DC. El color, la luz, los chistes ocasionales van en contra de los que se niegan al disfrute, los que entienden que la trilogía The Dark Knight forjó el rumbo para lo que deberían ser todas las películas. Un cine para personas maduras, no para niños. Y sin embargo, Arthur Curry toma a consciencia una decisión que lo marcará por el resto de su vida y que volverá para acecharlo, una que moldea a su enemigo y le da justas razones para desear su muerte, una que lo convierte en un individuo fallido, una que humaniza al Dios. El lanzar un eventual one-liner no socava el desarrollo de personaje.

Jason Momoa se adueñó del papel del Rey de los Siete Mares y se divierte al encarnarlo, con un buen despliegue de su destreza física y sin mucha exigencia interpretativa por fuera del héroe a regañadientes y rudo macho que es buen compañero de tragos. Es un rol que se moldeó a su semejanza para lo que es el Universo DC y uno con el que se siente cómodo, uno que se inspira en el Ronon Dex que encarnaba en Stargate: Atlantis, cuando hace más de una década se reveló como hombre de acción a tener en cuenta después de su época de seducción playera en Baywatch y North Shore. Está muy bien acompañado por un buen equipo de figuras, dentro del cual se destaca la Mera de Amber Heard. Lejos de la damisela en peligro, es una mujer fuerte e inteligente que salva al protagonista en varias oportunidades y que ayuda a ponerlo en el sendero correcto. Hay también un buen trabajo de Nicole Kidman –con algo de Janet Van Dyne en Ant-Man and the Wasp-, cuya historia de amor con Temuera Morrison es el corazón de la película, en tanto que siempre se puede confiar en que Willem Dafoe hará su parte, aquí como el mentor Vulko.

Es una buena oportunidad de llegar a un público más amplio para un actor como Patrick Wilson, quien desde hace más de 15 años entrega efectivas labores en pantalla grande y chica, con muchos protagónicos a cuestas pero sin poder franquear esa barrera invisible que lo separa de un actor de primera línea. Su Rey Orm, no obstante, no tiene el brillo como para convertirse en un villano icónico. Hay un deseo básico de destruir al mundo como se lo conoce, pero su motivación es válida, novedosa y punzante. Está harto de la contaminación de los mares y planea devolver a los humanos toda su basura. Y sin embargo se decanta por una rivalidad caprichosa con el protagonista, convirtiéndose en un mero opuesto intrascendente. Como buena producción de superhéroes hay un segundo antagonista de menor estofa en el Black Manta de Yahya Abdul-Mateen II, quien tiene motivos más personales para querer la muerte del héroe y, en consecuencia, recibe la mejor set piece de toda la película.

No se puede decir que Aquaman sea original. El guion de David Leslie Johnson-McGoldrick (Orphan) y Will Beall (Gangster Squad) nada en aguas conocidas, carece de sorpresas y coquetea más de la cuenta con el ridículo, pero en manos de James Wan es una absoluta ola de diversión. El cineasta sabe lo que tiene entre manos y cómo debe conducirlo. Entiende perfectamente que el tono lúdico es el indicado para que el héroe navegue. Hay un equilibrio que no siempre logra mantener, a veces se le va un poco la mano para un lado -la banda sonora tiende a ser demasiado y vuelve algo desconcertante la experiencia- y para el otro -sin tomarse demasiado en serio, en ocasiones puede pecar de solemne-. A pesar de sus fallas y de ese juego permanente entre lo épico y lo bufonesco que no siempre hace pie, no deja de ser una disfrutable aventura de acción que le ofrece al héroe el vehículo de lucimiento que necesitaba.

estrella35

 

 

 

 

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