Crítica de El Silbón: Orígenes

Ángel fue marcado al nacer por una maldición que convirtió su vida en un infierno. La muerte de su madre en medio de rituales de brujería, los maltratos psicológicos y físicos de su padre llevaron a este frágil ser, a crecer y convertirse en un espectro vengador.

El Silbón: Orígenes

El folklore sobrenatural latinoamericano tiene como estandarte principal a La Llorona, ese espectro tan reconocido mundialmente que el próximo abril tendrá un gran empujón de notoriedad con The Curse of La Llorona, producida por el omnipresente James Wan. Pero hay otras almas en pena que vale la pena conocer, y ese pensamiento empujó al director y guionista venezolano Gisberg Bermúdez a darle forma a lo que hoy conocemos como El Silbón: Orígenes, un comienzo a la macabra fábula del espectro silbador que de seguro causaba más miedo como historia de boca en boca que en un aburrido largometraje que nunca tiene en claro lo que quiere contar.

Narrada a dos tiempos -el pasado donde nace la leyenda y el presente donde la maldición afecta a una familia- el ser mitológico se origina, como es usual, debido a maltratos, abusos domésticos y otras yerbas en un seno familiar rural de escasa a nula educación. El lado costeño que le imprime Bermúdez, junto a una hermosa fotografía cortesía de Gerard Uzcategui, acompaña a que la historia tenga un aire autóctono que la diferencia de compañeras de género, aún siendo una co-producción venezolana, mexicana y estadounidense. Pero por desgracia unos escenarios inmersivos y naturales son lo único que ayudan a El Silbón a despegarse del típico horror de sustos ligeros de mayor presupuesto.

El Silbón: Orígenes

En sus económicos 75 minutos de duración, Orígenes se guarda la revelación de su criatura durante mucho tiempo, y en el camino siembra la historia de sus personajes. Es difícil identificar a un protagonista absoluto, ya que la gente aparece y desaparece en escena sin mucho aspaviento, y sin tampoco aportar demasiado a una confusa línea narrativa que funde con fruición los tiempos tanto como su director funde a negro escena tras escena, formando un collage ingente de momentos que no logran crear nunca un momentum narrativo asequible donde el consumidor de horror se sienta seguro de pisar. La inestabilidad es grata cuando está bien lograda, lo cual no es el caso de El Silbón.

El desconocido elenco le presta veracidad a la trama, pero su aparente inexperiencia a la hora de estar frente a cámaras produce un efecto desilusionador, que convierte el suspenso de la historia en un envase vacío, bonito por fuera pero sin sustancia. El terror latinoamericano está floreciendo, y con El Silbón se nota un buen ojo para las atmósferas, pero un paso totalmente en falso en materia narrativa. Una vez que el ensayo y error terminen de recalibrar lo que el género quiere ser, finalmente veremos interesantes dividendos como la local Aterrados este mismo año. Mientras tanto, a esperar (y silbar bajito).

estrella15

 

 

 

 

[ratingwidget_toprated type=»pages» created_in=»all_time» direction=»ltr» max_items=»10″ min_votes=»1″ order=»DESC» order_by=»avgrate»]