Algunas líneas sobre Black Mirror – Temporada 5

La mirada de César Cortez sobre lo nuevo en la aclamada serie de Charlie Brooker.

Black Mirror, Striking Vipers, Rachel, Jack and Ashley Too, Smithereens

Disfrutar de Black Mirror durante el mes de diciembre era un querido ritual para todo aquel que disfrute de la buena ciencia ficción y tenga una suscripción a Netflix. Pero en un giro más que inesperado, y a modo de regalo de felices fiestas, Bandersnatch y su propuesta de película interactiva reemplazaron a una esperada tanda de varios episodios. El experimento fue más que bienvenido pero, aunque logró contundente resonancia, seguía vigente la necesidad de más. Al final, bastó con poco menos de seis meses para conocer que esta quinta temporada llegaba y con un cambio más que bienvenido: regresaba a la ración de tres capítulos.

Menos es más, y la serie de Charlie Brooker siempre se dio tropiezos al cubrir una hexalogía de historias donde solo la mitad salían airosas. ¿Valió la pena esta imprevista espera? Y, más importante, ¿sigue teniendo esa punzante creatividad que la hizo brillar desde 2011?

Striking Vipers

Black Mirror, Striking Vipers

Que el mencionado creador y guionista de la serie sea un ávido jugador de videojuegos es quizás una de sus fortalezas a la hora de crear sus tétricas reflexiones. Y aquí lo utiliza como singular escenario para la creciente relación entre Danny y Karl, una dupla que sabe brillar gracias a las inspiradas actuaciones del carismático Yahya Abdul-Mateen II y un Anthony Mackie que por fin se puede destacar como protagonista absoluto.

La historia sigue a un cercano par de amigos y las inesperadas repercusiones de su rencuentro tras 11 años. Ha pasado más de una década y la vida de ambos se ha visto sujeta a afilados alfileres que las sostienen, piezas que procuran encajar: el trabajo, la familia, una pareja. No hay tiempo para viejas amistades, y lo saben. Pero, siempre tan oportuno, el espejo negro y fragmentado encuentra una manera de unirlos, quizás de maneras impensadas. Y es ahí el craso error en que cae Striking Viper: no tiene ni un ápice de originalidad. El recurso tecnológico es uno ya familiar dentro de la serie; la manera de abrirse paso dentro de la historia es igual de convencional y jamás levanta el raposo interés que pretende evocar.

A su favor, el telón de fondo para su creciente pasión es más que interesante. Ahora la «novedad» llega en forma de Realidad Virtual, a la que se puede acceder a través de -adivinen- un dispositivo pequeño y circular que se coloca en la frente. Al más puro estilo «USS Callister», sus personajes se ven envueltos en un videojuego que parodia a los grandes de lucha como Mortal Kombat o Tekken, inclusive con una referencia que hará las delicias -o irremediablemente perturbará- a los fanáticos de este último. Es un casi correcto y convencional arranque de temporada, que lejos queda de genialidades como «Nosedive» o «The National Anthem».

Smithereens

Black Mirror, Smithereens

Mientras espera a que su siguiente pasajero solicite sus servicios, Chris medita, recuerda y sufre por una realidad de la que no se puede despegar. Pero, tras secuestrar a un empleado de una importante compañía de redes sociales, se verá inmerso en una situación en donde pretenderá estar al mando, pero ya nadie lo está en un mundo donde todos saben todo. Es con esta premisa que el episodio protagonizado por Andrew Scott regresa a una veta más propia del thriller permeado en sátira. Aquí, la tensión es el centro de la historia y todo puede salir mal en cualquier segundo, recordando más a esas viejas historias de rehenes que al programa en sí.

Hay que celebrar que, aún teniendo recordadas apariciones en Sherlock y Fleabag, el actor irlandés se puede permitir buscar un rango en el que nunca se le había visto, entregando una intensa actuación que es el núcleo emocional de la historia. Puede que sin sus arranques de ira o su latente desesperación, el episodio no interesaría como lo hace, aunque su reflexión sea la más tosca y evidente de los tres. Y es que Smithereens se mete de lleno en las redes sociales junto a los adictos a las mismas, pero es un discurso que se haría mucho más habitual de no ser por esa carga de emoción que se le inyecta.

Es el punto álgido de la temporada y la que mejor utiliza el nuevo recurso de intercalar los créditos con breves imágenes a modo de epílogo. Al final, es un viaje que se disfruta, mantiene en vilo y, como elegantemente supone, causa un inofensivo impacto.

Rachel, Jack and Ashley Too

Black Mirror, Rachel, Jack and Ashley Too

Una suerte de sátira a la edulcorada industria del pop, Miley Cyrus en un papel que nos remonta a sus años como Hannah Montana y un par de sólidas actuaciones juveniles es todo lo que tiene para ofrecer este problemático cierre de temporada. Este sigue a Rachel, interpretada por Angourie Rice -a quien recordaremos de The Nice Guys-, una joven con problemas para hacer amigos en su nuevo vecindario pero con un fanatismo incondicional hacia Ashley O, la aparentemente perfecta estrella musical. Es al cumplir sus 15 años que se le regala una Ashley Too, un pequeño robot que se vende como una replica idéntica de la cantante y que no tardará en bombardearla con su alegre parafernalia, cosa que no está bien vista por su hermana Jack (Madison Davenport).

Black Mirror nunca se ha destacado por verse sujeta a la lógica y aquí no es la excepción, aunque sí llega a hacer ruido gracias a la inconsistencia del episodio. Tristemente, también es donde más se desperdicia el potencial entre manos. Durante sus primeros minutos se sugiere una mordaz crítica a ese sector adolescente y melómano que idolatra a sus emblemas, pero eso se pierde al pasar a una suerte de parodia a la carrera de Cyrus, con un remate que sí recupera ese espíritu crítico, pero en un momento en que el tren ya se ha descarrilado. Tampoco es para tanto, el episodio jamás se hace aburrido y todo el elenco hace un buen trabajo -cosa que ya parece firma del programa-, pero decepciona por tratarse de una pieza en una serie que se caracteriza por tomar sus conceptos y estirarlos al máximo, sin importar lo incómodo que resulte.

Las últimas temporadas del programa parecen haber mantenido una filosofía más cercana al «uno de cal y dos de arena»; un par de llevaderos episodios y un insuficiente esfuerzo por mantenerse al nivel, pero es con la quinta donde se confirma cierta carencia de ideas. Claro, el llevadero trabajo de cámara, los cuidados decorados y el buen trabajo histriónico sigue presente, pero no es suficiente y ese parece ser el enlace temático en una antología que ha visto mejores momentos. Los nuevos capítulos de Black Mirror se pueden considerar llevaderos para todo seguidor de Brooker y su cínica mirada del mundo, aunque serán más que prescindibles para aquel que desee un regreso al genuino lado oscuro de la tecnología.