Algunas líneas sobre Falcon y el Soldado de Invierno

Los restos del Capitán América…

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Falcon y el Soldado de Invierno empieza con confianza. Con una secuencia que remite directamente a la inicial de Capitán América y el Soldado de Invierno (2014), el objetivo es instalar de entrada las habilidades del nuevo protagonista (Anthony Mackie), quien tendrá la posibilidad de brillar después de algunos años al margen. Georges St. Pierre es de nuevo el mercenario de turno que dejará que el héroe se luzca, ahora con un asalto a un avión para que Falcon verdaderamente despliegue sus alas. Los malos que escapan con trajes aéreos son el remate insólito, tan absurdo como eficaz, que habilita a que Sam demuestre estar a la altura de las circunstancias. El tema es lo que pasa cuando las balas dejan de volar y hay que desarrollar al hombre debajo de la máscara.

El primer episodio de esta nueva serie de Marvel y Disney+ tiene mucho de construcción, lo cual lo hace considerablemente débil. El legado de Steve Rogers todavía se siente y quienes deberán enarbolar su bandera son dos personajes que han estado a su sombra, sobre todo uno de los dos. La opción será, entonces, que entre ambos tomen la posta y levanten el pesado escudo que quedó vacante, cada uno representando una faceta del superhombre que ya no está presente. Falcon como el maltratado soldado patriota, honorable y siempre listo para defender a su país pero pisoteado por las instituciones; Bucky (Sebastian Stan) como el hombre de otro tiempo, un anciano en cuerpo joven que habita un mundo que no termina de comprender, perseguido por un pasado que no lo abandona.

De esta manera, el primer capítulo necesita cargarlos de contenido para lo que vendrá, contenido que al espectador le empujan por la garganta. Con Bucky no es difícil. Una visita a una psicóloga genera un ida y vuelta que se entiende lleva su tiempo. La guardia siempre en alto, el dormir en el piso acechado por pesadillas, Barnes lidia como puede con sus traumas. Pero no se puede perder valiosos minutos en trabajar estas cicatrices con sutilezas… mejor que la carne esté al rojo vivo y que tenga una amistad culposa con un anciano al que el Soldado de Invierno le provocó un daño irreparable.

Con Sam Wilson el asunto es peor, porque como bien queda demostrado en este episodio es poco y nada lo que se sabía sobre él, que a lo largo de las películas no fue más que un compinche del héroe. Ahora tiene familia y un negocio al borde de la quiebra, con la esperanza de sacar adelante pero con la realidad demostrándole lo contrario. El héroe que el sistema aplasta, una y otra vez.

Y así, Falcon y el Soldado de Invierno debuta con fragilidad porque en ningún momento se apela a sus fortalezas. La confianza en un público cautivo autoriza el regalar los primeros minutos del partido, para establecer un esquema y dotar de carnadura a un protagonista del que se sabía poco y nada después de seis películas. Pueden, entonces, demorar el inminente duelo de chicanas que uno se imagina habrá entre Sam y Bucky, con el clásico recurso de la pareja despareja. Del mismo modo, no dejar que Daniel Brühl salga a la cancha desde el arranque. Primero hay que mostrar al Sam Wilson detrás de Falcon…

De ahí a que eso me interese, es otra cosa.