Algunas líneas sobre la 5ta temporada de BoJack Horseman

Analizamos la excelente nueva temporada de esta serie animada de Netflix, que confirma por qué es una de las mejores ofertas que hoy en día tiene la pantalla chica.

BoJack Horseman

Qué gran serie es BoJack Horseman. No solo en el terreno animado, año a año demuestra estar en lo más alto de la pantalla chica en general. En su quinta temporada prueba no haber perdido un ápice de su calidad a la hora de hacer un análisis punzante sobre la depresión y la autoaversión, condensado en una genial parodia sobre la industria hollywoodense. Y es tan preciso en su mirada y detallado en su estudio de personaje, que es capaz de tocar una vez más el pulso de la época con el virtuosismo de los grandes.

El final de la cuarta dejó un cierre tan perfecto como necesario. BoJack había dejado de perseguir su vuelta al estrellato para enfocar la mirada en su interior, en su pasado y su familia. Hollyhock no era una hija perdida del protagonista sino su media hermana, lo que podría darle justo eso que tanto necesitaba para crecer como individuo. Un vínculo familiar sano, por primera vez en su vida, sin el peso y las agobiantes dudas de tener que criarlo. Esa caricia al alma del espectador y al personaje central es arrebatada en este nuevo año, que lo encuentra otra vez en carrera por un regreso triunfal frente a cámaras mientras que se ocupa por su cuenta de lidiar con sus dramas personales.

El caballo actor se vuelve la cara de Philbert, un confuso show policial que traza claros paralelos con su vida personal. Si había dudas respecto a cómo se iba a trabajar esta vuelta a la gloria del protagonista en relación a sus búsquedas personales, Raphael Bob-Waksberg opta por un cóctel que mezcla todo con resultados explosivos. A BoJack le desagrada Philbert, un rol que aceptó como favor a una Princess Carolyn que falsificó su firma. Es un programa machista, pretencioso y trillado, choca cabezas con su creador Flip McVicker (Rami Malek), pero lo que le molesta sobre todas las cosas es que el personaje se parece a él. Es un espejo frente a sí mismo y no le gusta lo que ve, menos quiere que lo vea así el público. El adentrarse en una relación sentimental con Gina Cazador (Stephanie Beatriz, Brooklyn Nine-Nine), su compañera de elenco, no hace más que difuminar la línea de lo que es realidad y ficción, con un BoJack cada vez más enmarañado en una nube de adicción a las píldoras y al alcohol. Esta dualidad se profundiza conforme avanza el rodaje de su temporada, hasta cruzar todo límite en «The Showstopper», el onceavo episodio.

BoJack Horseman

Es que BoJack Horseman no solo traza paralelos entre la vida del protagonista y la del detective que interpreta, su estudio sobre personaje se enmarca en una parodia del mundo del espectáculo y como tal no le escapa al Hollywood atravesado por el movimiento #MeToo. La mirada masculina, el mansplaining, el rol de la mujer en la industria y demás son analizados con el particular prisma de la serie, algo que se explora como arco a lo largo de la temporada y que en particular se aborda en el cuarto capítulo, «BoJack the Feminist». La introducción de un hombre problema como Vance Waggoner –muy similar a Mel Gibson– lleva a una mirada crítica sobre un Hollywoo permisivo, que tiende a dar muchas segundas oportunidades a figuras abusivas y frente a lo que es momento de decir basta. Y todo da vuelta y conecta con la propia vida de BoJack, especialmente en los contundentes últimos dos episodios. «The Showstopper» y «The Show Stopped» tocan el núcleo de este movimiento. Un BoJack fuera de control -sin cable a tierra y con el ego inflado, como el muñeco-, una Gina como epónimo de la víctima de abuso y del por qué elige callar. Es duro, es honesto, es real. Y es la puerta para que el protagonista finalmente acepte que necesita ayuda profesional.

Y si bien es lo más importante, no es lo único que se ve obligado a enfrentar en términos personales. Se vuelve al fin de la segunda temporada, a lo hecho con Penny Carson y a lo que es uno de los peores errores en la vida del caballo, porque esa duda sobre si hubiera hecho algo o no es algo que atormenta y que hiere. Hay un paso atrás en la promisoria relación con Hollyhock, a quien extraña a rabiar y necesita de forma más presente en su vida, pero cuando la ve la pone en otra situación de riesgo como parte de su espiral descendente. También hay oportunidad de lidiar con su madre en «Free Churro», sin dudas uno de los mejores episodios de la serie. Un panegírico descarnado dedicado a Beatrice Sugarman que le permite al protagonista volcar su corazón sobre un ataúd cerrado. Reflexivo y rencoroso, descarga el peso de años de maltrato familiar ante unos asistentes que no se ven, todo el tiempo él solo en la pantalla. Es un episodio que condensa todo el poder que BoJack Horseman tiene en sus 26 minutos: un guión notable con juegos de palabras que vuelan la cabeza, un trabajo sublime de Will Arnett con todos sus matices, un análisis minucioso hacia la cabeza y corazón de su protagonista y un final de esos que se sabe bien cómo entregar.

Claro que el foco no está puesto solo en el personaje central. Hay progresos en la vida de todos sus conocidos. Diane Nguyen (Alison Brie) llora mucho. Recibe su merecida atención en «The Dog Days Are Over», que se permite explorar su vida post-separación de Mr. Peanutbutter y sus frustraciones desde lo laboral, algo que empieza a corregir con su paso por Philbert. Como su vida es pendular, hay un tira y afloja constante con un BoJack al que quiere ayudar pero no puede y un acercamiento culposo con su ahora ex marido. Este último dejó atrás esa absurda campaña para gobernador y elige concentrarse en lo laboral y personal, con una relación incipiente y un buen análisis de por qué fracasan todos sus amores en «Mr. Peanutbutter’s Boos», un episodio con cuatro historias similares a la vez. Con «The Amelia Earhart Story», el pasado de Princess Carolyn se vuelve el foco de atención y conecta con su presente de búsqueda maternal, con una agencia adoptiva de por medio que le quita tiempo de calidad en su labor como productora. Para cerrar queda Todd (Aaron Paul), quien en la temporada pasada tuvo un avance notable al reconocerse como asexual y que sin embargo en esta se lo siente perdido, como si el show no supiera qué hacer con él desde que se lo sacó del sofá de BoJack. Su visita a la familia de Yolanda, su ascenso en las filas de una empresa y su robot sexual vienen a aportar una liviandad que no se siente necesaria, muy forzada en relación a lo demás.

En resumen, es otra excelente temporada de una serie que constantemente da pruebas de su alto nivel. Que con confianza se lanza de lleno contra la actualidad y demuestra una capacidad inigualable de tocar las fibras socioculturales de la época, sin perder el paso en términos de comedia y exploraciones personales.

45 puntos

 

 

 

 

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