Algunas líneas sobre Stranger Things 2

Un año después del regreso de Will, todo parece haber vuelto a la normalidad… pero una oscuridad acecha justo debajo de la superficie, amenazando a todo Hawkins.

Ha pasado apenas poco más de un año desde que Stranger Things incineró las redes sociales, días después de su estreno en Netflix. La serie de los hermanos Matt y Ross Duffer, formalmente conocidos como The Duffer Brothers, utilizó con habilidad y astucia el amor por la nostalgia de sus televidentes para cautivarlos con una historia esquemática y repetitiva, pero efectiva por demás en su ejecución y construcción de un mundo retro. Las expectativas eran más que elevadas para el estreno de Stranger Things 2 y, como suele suceder en estos casos, será cuestión subjetiva el disfrutarla al completo o notar aquellos aspectos donde las costuras de la serie se dejan entrever.

Las dimensiones del hype alcanzadas por la serie son su mayor detrimento a la hora de encarar la segunda vuelta, que elige seguir el ritmo de las películas de género y estamparle un llamativo número 2 frente al título. Estamos ante una secuela hecha y derecha de casi 9 horas de duración y, por regla general, en las segundas partes todo tiene que ser más grande e impresionante. Ya desde el comienzo se puede apreciar ese detalle, con la apertura del primer episodio apuntando a expandir la mitología de la serie en unos momentos que preocupan al mismo tiempo que intrigan. El primer episodio, «MADMAX», se encarga de reafirmar ese interrogante con un puñado más de preguntas, pero es en definitiva una reintroducción a los habitantes de Hawkins, Indiana, un año después de los acontecimientos ocurridos en la primera temporada. El grupo de amigos inseparables ha vuelto a ser un cuarteto con el regreso de un Will cambiado, vigilado constantemente por su madre Joyce que no lo pierde de vista. El paradero de Once se desconoce. Halloween está a la vuelta de la esquina y la #JusticiaPorBarb continúa en ciernes con su mejor amiga siguiendo la investigación.

Las luces de colores de los hermanos Duffer y compañía siguen más brillantes que nunca, y esta vez la catarata de referencias, guiños y homenajes se notan, desde los más obvios hasta los solapados. Es una estrategia hábil, que no debería molestar, pero que al ir finalizando la temporada deja ver una gran cortina de humo. El marco narrativo de Stranger Things 2 prometía una expansión mitológica tan grande como la criatura que se asoma desde El Otro Lado sobre Hawkins, pero son promesas que nunca se cumplen. Es un método que estira al máximo el escaso hilo argumental de la trama, que no arriesga en avanzar sino que mantiene al espectador en vilo sin que muchos sucesos de peso ocurran hasta la próxima aventura de Once y sus amigos. No hay más evidencia de ello que el episodio siete, un ocupa-lugar que carga a sus espaldas el rotundo final del episodio seis y aporta poco y nada al viaje de conocimiento interior de Once, sin más que fomentar la desesperación del espectador por los «brutales» episodios finales. Y dicho adjetivo se pone entre comillas, porque demuestran el pan y circo de la serie y las pocas agallas que tienen para saltar al vacío y arriesgarse a elevar su propuesta.

Es una gran decepción que Stranger Things 2 sepa a poco, porque se enfoca en todo lo que la gente aclamó por Facebook, Twitter e Instagram. La expansión del pasado de Once no termina de funcionar. El revuelo con todo lo ocurrido con Barb fue un chiste que se desbocó y generó una línea argumental inconcebible. La introducción de la recia Max (Sadie Sink), el problemático carilindo Billy (Dacre Montgomery) y su consiguiente relación familiar apenas es explorada y ella es la única que genera disensión en el grupo de amigos al interponerse como primera curiosidad hacia el sexo opuesto. Hay más detalles que se sienten como oportunidades perdidas y terminan dañando la experiencia en general. Pero cuando le da en el clavo, la serie tiene momentos espectaculares.

El Jim Hopper de David Harbour es un personaje sublime que tiene mucho drama a sus espaldas y lo comparte con la brillante actriz infantil que es Millie Bobby Brown y su ya icónica Once. Sus escenas son el núcleo dramático de la temporada, ya al presenciar el final del primer episodio lo deja a uno con el corazón derretido de ternura. Su viaje es lo que realmente vale la pena presenciar. No menor es el amor y la preocupación de madre e hijo que se profesan Joyce y Will Byers. Winona Ryder tiene mucho más material del que servirse y junto a Noah Schnapp protagonizan adorables secuencias que demuestran el poder y el alcance de lo que una madre puede hacer para salvar a su hijo. El elenco en líneas generales es soberbio y uno de los aspectos más inspirados que tiene la serie, junto con el diseño de producción detallista y la banda sonora que pide a gritos ser reproducida una y otra vez en los años venideros de lo buena que es.

Stranger Things 2 tiene fortalezas y debilidades. El esperar mucho de ella es contraproducente, y el ser un producto diseñado milimétricamente para hacer binge watch hace que la calidad de la historia vaya subiendo pero en pequeños pasos y sin elevarse mucho porque tiene vértigo. Su combinación de drama, thriller y comedia sobrenatural, aderezado con una furibunda nostalgia, funciona cuando se lo propone, pero el que no arriesga no gana y la construcción de un mundo demasiado atractivo al final lo deja a uno un tanto indiferente. El miedo a que se hayan quedado dormidos en los laureles es más grande que el monstruo sombra, más sabiendo que ya hay confirmadas temporadas 3 y 4.

estrella35

 

 

 

 

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