Better Call Saul: a Jimmy, Saul, Gene o quien corresponda… muchas gracias

La gran serie de Netflix en el universo Breaking Bad llegó a su fin.

La decisión de la N roja en dividir las últimas temporadas de sus series más exitosas nos propició un parate entre las dos mitades de la sexta parte de Better Call Saul, y en su séptimo capítulo nos dejó con la boca abierta tras el cierre del mismo. Eso sí, había que esperar un poco más de un mes para ver su continuación.

En una fecha que para muchos seriéfilos será histórico –y ni hablar de los fanáticos del universo creado por Vince Gilligan y Peter Gould– el 15 de agosto llegó el epílogo de esta historia que comenzó de manera tímida entre las opciones de la plataforma, con los recelos propios de un spin-off de una serie icónica como Breaking Bad, y que no sólo logró se coló en la mesa para discutir con la producción original sino llevándose elogios aún superiores a la misma.

En materia técnica la segunda parte de esta sexta temporada no sorprende, pero eso no menosprecia lo realizado sino que confirma el producto redondo, cuidado y sólido que lograron sus creadores. En esta oportunidad se suma el recurso acromático con mayor desarrollo, acompañando lo que vimos en los inicios de cada estreno. Reflejo del cuidado que hablamos a la hora de llevar adelante la serie, los propios créditos iniciales evidencian estos cambios temporales y la caída de un «héroe».

Más allá de su tono entre el drama y la comedia negra ya establecida y tan elogiada, algunos conceptos se hacen presentes en el cierre que se ven personificados en el abogado: la demonización del mismo parece un camino de ida, con varios momentos arrojados por sus creadores que dan a entender que su insensibilidad y avaricia nunca tiene un freno o reflexión, por una carretera de decisiones que termina hasta exhaustiva para el público por el entusiasmo frenético en el negocio donde no pierde las mañas.

Tanto Gilligan, Gould como el listado de directores conformado por Michael Morris, Michelle MacLaren, Thomas Schnauz y de guionistas que lleva nombres como Gordon Smith, Ann Cherkis y Alison Tatlock nos regalan momentos característicos de la serie, que fuera de la cantidad de nombres en los papeles directivos le dieron una identidad clara con los manejos de la fotografía, musicalización y puesta de escena, generando ambientes de suspenso o intimistas sin recurrir a excesos que parten desde lo más abstracto para enriquecer la trama.

Al consumir la serie en dos mitades, el presente de Saul abarca la mayoría del tiempo y el concepto de precuela queda a un lado, más allá de que conocemos las consecuencias a lo vivido con Howard (Patrick Fabian) y Lalo (Tony Dalton). Esto no quiere decir que hay un apuro en la conclusión de dichos arcos argumentales, pero sí es abordado a su debido tiempo –como sucedió con el personaje de Michael Mando– para posicionarse con nuestro protagonista tras los sucesos de la serie del 2008.

La trama de Gene también recurre a diversos flashbacks coloridos que fundamentan y amplían algunas acciones del personaje de Odenkirk, y que se encuentra enriquecido con sus decisiones en el último capítulo. Sin embargo, dichos momentos también se relacionan con un homenaje al abanico de figuras que pasaron por el mismo –desde las ya anticipadas participaciones de Bryan Cranston y Aaron Paul hasta de algunos que ya habían quedado atrás-. Con respecto a las apariciones de Walter y Jesse, si bien no eran obligatorias para el desarrollo de la trama y va en la misma sintonía a El Camino, resulta un interesante guiño para los fanáticos sin nublar a la gran estrella del show.

Odenkirk sigue siendo el amo y señor de la serie, pero quien logra codearlo y con creces es uno de los nombres más menospreciado en épocas de premios. Rhea Seehorn con su Kim Wexler logra colarse entre los icónicos personajes que ya tenía el universo y que el público empatice donde parecía ya no haber lugar. ¿Se podía lograr el cariño de la gente en la misma historia que estaban White, Pinkman, Goodman o Fring? La actriz demuestra que sí, con un gran trabajo que fue de menos a más y que la posicionó en el final con un protagonismo notable, con el espacio merecido y necesario, siendo clave en el complemento de McGill. En este cierre también se destaca la participación de Carol Burnett, llevando el terreno a un conflicto cuasi tragicómico.

No caben dudas que Better Call Saul quedará en el recuerdo del público, por el trabajo depurado que por cierta parte consistió en mejorar algunos escombros que dejó la historia original. Aún con la ovación al abogado propia de la recibida en el colectivo por los más malandriles de la sociedad, el vacío es total y sólo nos queda ver videos de gatos o, en su defecto, alguna publicidad engañosa proveniente de Alburquerque.

Ignacio Pedraza

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