Crítica de A little bit of heaven / Amor por Siempre

Marley es una mujer joven que descubre que se está muriendo de cáncer, pero cuando de forma inesperada se enamora de su médico, la amenaza de caer en el amor es más aterradora que la muerte.

Y de pronto, un día volvió Kate Hudson, esa Kate desentendida y ligera que tanto se ocultó con comedias bodrio durante estos años, desluciéndose poco a poco. Lejos han quedado aquellos soberbios recuerdos de una groupie empedernida en Almost Famous pero, aunque bajo la dirección de Nicole Kassell no sobrepase sus límites antes conquistados, se trata de una gran vuelta en forma con una historia bastante agridulce para contar, narrada con gran pericia.

Siguiendo una trama parecida pero diferente a la recientemente estrenada 50/50, A Little Bit of Heaven gira en torno a Marley, una treintañera que vive su vida despreocupada, siempre que tenga a sus amigos alrededor, un buen trabajo y visitas amorosas constantes. Esto hasta que su salud empiece a decaer y se entere que padece de cáncer de colon, enfermedad para la que si no comienza un tratamiento inmediato, morirá. Al contario de muchos pacientes, Marley se toma con gracia y ligereza su enfermedad, y ésta es la clave para transitar la película, y el mensaje subyacente en ella: no hay que tenerle miedo a la muerte si nos vamos de esta vida sin arrepentirnos de nada, rodeados de la gente que nos quiere. Mensaje duro si los hay, alejado totalmente del típico «El tratamiento fue un éxito, estas curada», pero que funciona por el sólo hecho de ver algo diferente en esta dramedia romántica.

Digo dramedia romántica porque lo que comienza como una comedia simpática va virando hacia el drama, nunca perdiendo el toque picaresco, y con el hilo conductor de la pareja formada por Hudson y un correcto Gael García Bernal, al cual todavía lo ponen a decir ciertas palabras en su castellano mexicano, como si causara gracia. Juntos hacen una bonita pareja, con química, pero Hudson se lleva las palmas por sobre todo el elenco con un personaje fresco, carismático y con verdadero alma. Junto a ella está la incombustible Kathy Bates, haciendo un trabajo rotundo como siempre, y Lucy Punch, aquella colorada que sorprendió en Bad Teacher, cosa que vuelve a hacer aquí con el papel de mejor amiga. Un elenco sólido, atípico, incluido el cameo del reciente premiado Peter Dinklage en un papel lleno de ternura que arrancará las risas de la platea. Algo que me picó fue la aparición de Whoopi Goldberg como Dios, un claro guiño (o burda copia) al memorable Dios negro de Morgan Freeman en Bruce Almighty.

No le hagan caso a la desconcertante campaña de publicidad, entren con la cabeza fresca y la película los sorprenderá, tal cual lo hizo conmigo.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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