Crítica de Ahlat Agaci / El árbol de peras silvestre

Un escritor regresa a su pueblo después de haberse graduado, buscando patrocinadores para publicar su primer libro. Mientras deberá lidiar con la adicción al juego de su padre.

El árbol de peras silvestre, Ahlat Agaci, Nuri Bilge Ceylan

El director turco Nuri Bilge Ceylan, uno de los mimados de Cannes -quien en 2014 se coronó con el premio máximo con su Sueño de invierno-, regresó al Festival con un drama cotidiano intergeneracional que definitivamente no es para todos los gustos. La gente saliva por su cine y puedo ver lo que genera en su platea, pero El árbol de peras silvestre es todo un examen de paciencia para con el espectador casual, quien podrá apreciar el desarrollo de una buena historia que no parece dejar una mella emocional a futuro en la platea.

¿De verdad se necesitaban 188 minutos para contar una historia como la presente? No debería ser sorpresa alguna que la respuesta sea afirmativa teniendo en cuenta el prontuario del director (Sueño de invierno tiene la escandalosa duración de 196 minutos, mientras que Érase una vez en Anatolia unos asequibles 163). El regreso del graduado literario Sinan (Dogu Demirkol) a su pueblo provoca un vendaval de reacciones tanto en su seno familiar como en los habitantes de la pequeña ciudad, y los interminables paseos del agrio protagonista dan lugar a largas y densas conversaciones que giran en torno a lo político y lo religioso.

El árbol de peras silvestre, Ahlat Agaci, Nuri Bilge Ceylan

Es refrescante que el protagonista no sea una persona perfecta y le guste apretar todos los botones incorrectos en la gente, comenzando con la intempestiva relación con su padre Idris (Murat Cemcir) y los intentos de su madre Asuman (Bennu Yildirimlar) por poner paños fríos entre ellos. Pero para la enésima conversación que se torna acalorada, ya uno puede entender el mensaje: Sinan se resiente de la precaria situación para un letrado como él, en un país en donde la cultura se nota estancada, no puede cumplir su sueño de publicar su primer libro, y las opciones para subsistir son dando clases o uniéndose a las fuerzas policiales locales. Eventualmente la repetición de esquemas agota, y las situaciones de tensión no parecen llegar a ningún lado.

Pero Bilge Ceylan premia la paciencia al ir descubriendo las capas de la sutil pero compleja relación entre padre e hijo que domina el arco narrativo del film. Eventualmente, el velo se corre y las emociones impactan de lleno, creando un final satisfactorio para los personajes pero que deja recalculando: ¿eran realmente necesarias tres horas para que este drama familiar no nos diga nada nuevo sobre los manejos internos de una familia, para traer a colación el dicho lo que se hereda no se roba, y para subrayar varios pasajes con tonos religiosos y sociales? Verdaderamente no, y por más mano que tenga el director para filmar convincentes planos con una bella fotografía, no hay razón de ser para este descomunal y humeante plato sobre la vida misma.

El árbol de peras silvestre habrá dejado encantados a los críticos sesudos alrededor del mundo, y esa sensación es entendible hasta cierto punto, pero unos sublimes protagonistas y una amable conducción del director no son suficientes para mantener la atención constante de una platea ajena a este tipo de dramas multipremiados.

5 puntos

 

 

 

 

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