Crítica de Apostle

Londres, 1905. El hijo pródigo Thomas Richardson ha regresado a casa, solo para descubrir que su hermana es víctima de un secuestro extorsivo por parte de un culto religioso.

Apostle

Con la bilogía compuesta por The Raid y The Raid 2: Berandal, el hombre orquesta Gareth Evans -dirige, escribe y edita todos sus proyectos- ha probado en menos de una década que puede dirigir acción mucho mejor que muchos directores modernos. La edición, la coreografía, la urgencia de cada puño, es una combinación que ha satisfecho las ansias de sangre en ese género en específico. Entre thrillers, Evans dirigió ese glorioso segmento de la antología V/H/S/2 llamado Safe Haven, que se enfocaba en un grupo de periodistas visitando un culto, con resultados siniestros, y parece que ahí es donde se plantó la semilla en el galés para revisitar ese subgénero tan vigente en los años ’60 y ’70. Apostle es el fruto del talentoso ojo de Evans para asustar y repugnar, creando una atmósfera penetrante que asfixia, pero hasta los mejores tienen problemas para crear una pesadilla viviente totalmente cohesiva.

Trasladándose hasta el año 1905, Apostle se enfoca en la ansiosa búsqueda de Thomas -el siempre correcto y con mucha presencia Dan Stevens– tras la pista de su hermana Jennifer, secuestrada por un culto naciente que demanda un rescate monetario por su vida. Liderados por el profeta Malcolm -un Michael Sheen que devora cada escena con ese acento tan norteño-, los habitantes del poblado de Erisden se rigen bajo estrictos mandatos y bajo la protección de la diosa de la isla, quien ha convertido un terreno inhabitable en tierra que se puede cultivar, pero con una siniestra ayuda de por medio. Con la mirada de varios clavada en su nuca y la sospecha creciente de que hay un infiltrado entre su nuevo mundo, Thomas debe navegar con cuidado el traicionero pueblo, rescatar a su hermana y salir antes de que la oscuridad los engulla.

Apostle

La temática de los cultos siempre estuvo presente, pero en los últimos años ha florecido. Tenemos la tensa The Invitation de Karyn Kusama, y la fresca The Ritual de David Bruckner como casos recientes. La primera tiene un escenario urbano, mientras que la segunda se mete de lleno en el folclor escandinavo. Pero mientras ambas toman al fanatismo religioso en menor o mayor medida, Apostle se dedica a posicionar sus piezas en el tablero y poner los momentos violentos y sanguinarios por encima de la historia. Durante las tortuosas dos horas de duración, la película de Evans tiene a su protagonista caminando de una situación peligrosa a otra. Thomas es un personaje conflictivo y conflictuado, con un pasado demoledor explicado con pelos y señas en unas de las escenas más inspiradas, un flashback que es de lo mejor que propone el director en esta ocasión. Hay tópicos muy utilizados en Apostle, pero no por ello resultan cansinos. El problema es que la trama se toma su tiempo en alcanzar buen puerto, y eso puede llegar a fatigar al espectador.

Evans no se apresura en llegar a donde quiere pero, cuando lo hace, consigue resultados sublimes. La atmósfera de Erisden envuelve lentamente. El espectador sabe que algo malo está por ocurrir y no puede hacer nada para detener lo que se viene. Hay escenarios claustrofóbicos, como la travesía bajo los pilares de una vivienda que termina con una aparición que hiela la sangre, o detalles escabrosos como esos ominosos jarros a rellenar con la sangre del pueblo como ofrenda sangrienta literal para apaciguar a la diosa. Hay una intención de crear una pesadilla y es un efecto que se logra a medias, ya que una vez revelado el pasado de la isla, sus creadores y la fuerza motora detrás del milagro que hace que los cultivos crezcan, Apostle se convierte en un videojuego al estilo survival horror, donde el personaje debe sobrevivir a su periplo sangriento pasando de nivel en nivel, y de enemigo en enemigo. Es una redada rural, si vamos al caso, una que se ve y se palpa, pero que tira la mitología meticulosamente ensamblada por la borda a favor de escaramuzas excelentemente coreografiadas, pero que desvían el curso de la trama.

Lo que prometía ser la visión definitiva sobre cultos rurales, incluso superando a la recordada The Wicker Man, acaba siendo un cúmulo de ideas a medio explorar, pero con un aspecto visual increíble, eso no se puede negar. Intensa cuando quiere, y pausada en los momentos más inoportunos, Apostle necesitaría un par de plegarias más para convertirse en terror digno de culto.

estrella35

 

 

 

 

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