Crítica de Bacurau

Un pequeño pueblo del nordeste brasileño sufre la muerte de su matriarca. A esto le prosiguen una serie de eventos desalentadores.

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«Si vienes, es en paz», reza el cartel de ingreso a Bacurau, un apartado condado ubicado en el nordeste del Pernambuco que acarrea serios inconvenientes como la escasez de agua potable, o la poca disponibilidad de alimentos y medicamentos. Al mismo tiempo, el presente de la narración nos indica que Carmelita (Lia de Itamaracá), la matriarca y principal figura política del pueblo, acaba de fallecer a sus 94 años. Estos factores que tornan adverso el contexto con el que deben lidiar los habitantes, guardan un vínculo directo con la confrontación con la política nacional -representada en el personaje del candidato a alcalde conocido como Tony Jr (Thardelly Lima)-. Los residentes mantienen una relación de discrepancia y hostil con el dirigente. No solo lo acusan de ser el responsable de la falta de agua, sino que además manifiestan hartazgo frente a su falso y repelente asistencialismo -basado, entre otras cosas, en la entrega de comida y remedios vencidos-. La situación se vuelve aun más compleja a partir del avistamiento de algunos drones de espionaje en las áreas circundantes a Bacurau, y de la llegada de una extraña pareja de motoqueros al poblado -quienes, como sabremos a la brevedad, trabajan para un grupo de sicarios estadounidenses comandados por un ex militar conocido como Michael (Udo Kier)-.

Una de las virtudes principales del nuevo film dirigido por Kleber Mendonça Filho (O soma o redor, Aquarius) y Juliano Dornelles, es la precisión con la que aparecen combinados el trabajo con la alegoría política y la noción de género. Se señalan como responsables de la dificultosa realidad de Bacurau tanto a los políticos locales de turno, como también a los agentes internacionales que buscan sacar rédito del suelo latinoamericano a como dé lugar. Dicha postura de denuncia se enmarca en una historia atrapante, cargada de elementos y gestos típicos de diferentes géneros tales como el spaghetti western, el fantástico y hasta el terror cercano a la veta más gore. La ligazón con la obra de autores como Sam Peckinpah, Sergio Leone o John Carpenter no es gratuita ni meramente decorativa, sino que se fundamenta en la preponderancia del estilo, el valor de la ficción, como así también en la centralidad del componente social y político de los lugares y personajes representados. Es importante aclarar que más allá de la postura antiderechista y antiliberal públicamente conocida de Mendonça Filho, o del sentido que puede cobrar la historia en el contexto actual en el que Brasil se encuentra bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, la película fue concebida y escrita mucho tiempo antes de que el actual presidente ganara las elecciones. Esto, por supuesto, no inhabilita la lectura crítica y la posibilidad de establecer vínculos con el presente, pero sí da cuenta de una perspectiva más generalizada de los realizadores.

Al mismo tiempo, resulta fundamental el abordaje de la lucha y la resistencia del nordeste brasileño. El personaje de Lunga (Silvero Pereira) opera como una especie de reinterpretación moderna de la figura del cangaceiro (bandolero) que comanda a sus compatriotas, y los ayuda a organizarse para resistir al entrometimiento de los invasores. Probablemente una de las escenas más ilustrativas, respecto a la conexión con la historia política de Brasil, es aquella que acontece dentro del Museo de Bacurau. Allí aparecen recortes de viejas noticias sobre los enfrentamientos armados entre cangaceiros y terratenientes, se muestran fotos de las cabezas decapitadas y jibarizadas de los enemigos -conocidas como tzantzas-, y se exhiben antiguas armas de combate. La presencia de estos materiales no solo cumple una función descriptiva dentro la narración -ya que localiza y reafirma las convicciones y la conciencia política de los habitantes de la región-, sino que además oficia como subrayado de los fundamentos y la postura del film. Igualmente crucial es el trabajo con los símbolos y ritos del folclore local. Las muertes conllevan un largo período de duelo, las procesiones deben cumplirse y los cuerpos no pueden ser enterrados sin ceremonia previa. Estas decisiones no solo evidencian la permanencia de determinadas prácticas y creencias en el nordeste, sino que establecen una contraposición entre los valores que configuran la resistencia de los pueblos y las motivaciones de los mercenarios extranjeros -como veremos en una escena, una de las mujeres estadounidenses confiesa no saber por qué está allí, ni para quién trabaja-. La unión colectiva, en términos rituales y políticos, se opone a la fuerza despersonalizada y rapaz del capital.

En cuanto a lo formal, la película presenta curiosos riesgos y algunas resoluciones polémicas. Ante todo debemos decir que está meticulosamente construida, y que la dirección de fotografía a cargo de Pedro Sotero es sencillamente excepcional. La indefinición de los espacios físicos -nunca vemos las fronteras, ni los límites del pueblo-, las tomas aéreas de la región que nos remiten a las historias del sertão de los films de Glauber Rocha, como también la utilización de los encuadres cerrados en las escenas de mayor virulencia, son algunos de los tantos aciertos a nivel visual. Sin embargo, el grado de explicitación y explotación de la violencia hace que por momentos la película pierda consistencia. Esto no tiene que ver con la elección de una narrativa «no realista», sino con cierta desmesura a la hora de poner en escena la crueldad. El inconveniente no es la verosimilitud del relato, sino el sentido un tanto grotesco y excesivo que por momentos se impone. Más allá de este leve ruido discursivo, la labor técnica en general cumple su propósito, también gracias a las extraordinarias actuaciones que la acompañan -tanto de los actores no profesionales, como también de figuras como Sônia Braga y el ya mencionado Udo Kier-.

Bacurau es el nombre de un pájaro típico del norte de Brasil que aparece principalmente durante la noche, y tiene la cualidad de ser un gran cazador. Dichas características se condicen a la perfección con las del pueblo que toma el nombre del ave para autodenominarse. El «futuro no muy lejano» en el que se desarrolla la trama dispone el panorama perfecto para que el cuerpo colectivo, el verdadero protagonista de esta obra, pueda demostrar sus aptitudes para resistir. Sin embargo, cabe aclarar que al tratarse de un grupo humano que reivindica su pasado, sus raíces y que opta por las prácticas cooperativas y solidarias como mecanismos alternativos de organización social, esa lucha no será inescrupulosa, ni tampoco infundada. Las fuerzas físicas, ideológicas e identitarias son las claves que articulan este contundente trabajo cinematográfico, que ya fue premiado en los festivales de Cannes y Sitges más que merecidamente.

9 puntos

 

 

 

 

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